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Antonio Mairena, ¿sucesor de Manuel Torres?

Contaba Antonio Mairena que Manuel Torres le dijo a un señor de Carmona que se fuera a Mairena del Alcor, que allí había un gitanito que le iba a gustar. Y el tal Mata se fue a Mairena del Alcor, según el maestro, para saciar su hambre de cante torrero.


Es sabido que los astros del cante no suelen tener abuelas. Antonio Mairena era uno de ellos. Sus grandes referencias en el cante fueron la Niña de los Peines –más que Tomás, al que jamás pudo seguir–, Joaquín el de la Paula y, sobre todo, Manuel Torres. En sus Confesiones, es decir, sus memorias, escritas por Alberto García Ulecia, cuenta que en julio de 1933 un aficionado de Carmona, un tal Mata, estuvo en la casa de Manuel Torres, de la sevillana calle Amapola, para llevárselo de fiesta. Manuel estaba ya malo y le dijo que no, que no se encontraba bien. Y cuenta Mairena que le dijo al señor de Carmona que se fuera a Mairena del Alcor, que allí había un gitanito que le iba a gustar. Y el tal Mata se fue a Mairena del Alcor, según el maestro, para saciar su hambre de cante torrero.

Nunca me he creído esta historia, como tantas otras de Mairena. Vamos a ver, cuando murió Manuel Torres, en 1933, Tomás Pavón tenía 40 años y era el verdadero sucesor del genio jerezano. Torres, además, lo adoraba y en más de una ocasión le dio fiestas para que pudiera poner el puchero. Lo más lógico es que aquella noche en la que no pudo meterse en fiesta con el señor Mata, le recomendara a Tomás, que además vivía cerca de la calle Amapola, en vez de a Mairena, que residía en Mairena del Alcor, algo lejos de la capital, donde regentaba entonces una tabernita. Tenía entonces Antonio 22 o 23 años, además. Pero es que Manuel Torres tenía un hijo, Tomás, que cantaba los cantes de su padre mejor incluso que el hermano de la Niña de los Peines. Lo lógico era que le diera la fiesta a su hijo. Incluso a su hermano Pepe Torres, que ya andaba por Sevilla buscándose la vida en las reuniones de la Alameda y se quitaba las necesidades a bofetadas.

 

«Antonio Mairena se creía sucesor de sus maestros. Que todo ese legado gitano-andaluz le pertenecía solo a él y no a Caracol, Perrate de Utrera o Fosforito»

 

Antonio Mairena adoraba tanto a Manuel Torres que seguramente soñó lo del tal Mata y su señora. Él siempre quiso ser Manuel Torres, desde que era un adolescente. Por eso lo llevó una vez a su pueblo para medirse con él en un escenario, lo cual fue un atrevimiento por su parte. Y cuando murió Manuel, comenzó a decir que era su sucesor. Existe un cartel, de cuando era el Niño de Mairena, de los años treinta, donde reza como “El Niño de Mairena, sucesor de Manuel Torres y ganador del premio en el Concurso de Saetas de este año en la Semana Santa de Sevilla”. Un cartel, por cierto, de Ópera Flamenca, para los que han dicho que Antonio no cantaba en los descansos de las películas. Pues sí, lo hizo. Cantó donde pudo y lo dejaron, como todos.

Cuando murió Tomás Pavón, en 1952, Mairena seguía buscándose la vida con el cante y lo hacía también en la Alameda de Hércules. No había logrado aún ser primera figura y necesitaba vivir de algo. Su representante para las fiestas de la Alameda era un tal Juan el Tanque, quien a los dos días de morir Tomás comenzó a ofrecer a Mairena como su sucesor, y Antonio se dejaba querer. Enterado Arturo Pavón, el hermano mayor de Tomás y Pastora, de las tropelías de Juan el Tanque, lo buscó y le abrió la cabeza de un botellazo, por lo que fue detenido. Y Antonio se tuvo que retirar un poco de las fiestas de la Alameda por miedo a Arturo, que era de armas tomar. Nunca se miraron bien el uno al otro.

El gran maestro de Mairena del Alcor también quiso ser el sucesor de la Niña de los Peines, su ídolo. En 1969 le rindió honres con todo un elepé, Honores a la Niña de los Peines, y en el texto que acompaña la grabación lo da a entender claramente. Pero vamos a dejar el tema para otra ocasión.

Una cosa que siempre me gustó mucho de Antonio Mairena era cómo veneraba a sus maestros, hasta el punto de creerse sucesor de ellos. Creyó siempre que todo ese legado gitano-andaluz le pertenecía solo a él y no a Caracol, Perrate de Utrera o Fosforito. Por eso no se atribuía cantes que inventó él mismo, porque toda su teoría gitanista se hubiera venido abajo.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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