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David de Jacoba: «La primera vez que vi a Paco hacer una nota a mi lado quise ponerme a llorar»

LOS ELEGIDOS (VII). Fue el último cantaor de Paco de Lucía, el que lo acompañó los tres últimos años de su vida. David de Jacoba recibe a Expoflamenco en su habitación de hotel. Todavía se estremece recordando el enorme cariño personal que le regaló el maestro.


Fue, junto con Rubio de Pruna, el último cantaor de Paco de Lucía, el que lo acompañó los tres últimos años de su vida. David de Jacoba, motrileño de 1985, recibe a Expoflamenco en su habitación de hotel, mientras su hijo juega a algún videojuego en su móvil. Una voz gitana de enorme densidad y hondura desde sus comienzos, cuando llegó a Madrid y fue reclutado de inmediato por varios pesos pesados del flamenco, hasta que el genio de Algeciras se fijó en él y pasó a formar parte de los elegidos. Todavía se estremece recordando aquella etapa de su vida artística y el enorme cariño personal que le regaló el maestro.

 

 

– Usted creció sabiendo perfectamente quién era Paco de Lucía, pero, ¿qué tan presente estaba en su vida antes de conocerlo?

– Paco era una forma de vivir en casa. Cuando nos levantábamos los fines de semana, que no teníamos escuela, lo primero que poníamos en la tele era a Paco o Camarón, o los dos juntos. Y los días de escuela, por la tarde estábamos siempre poniendo cosas de Paco. Mi hermano Carlos, que es guitarrista, siempre lo tenía sonando, también los de Tomate… Era nuestra escuela y nuestro folklore, todo el día.

 

– Camarón, como dice, es uno de sus cantaores predilectos. ¿Alguna vez le preguntó a Paco por él?

– Sí, aunque a lo primero estaba yo muy cortadillo. Cuando cogí un poco más de confianza claro que le pedí: “Maestro, cuéntanos alguna cosilla de Camarón”. Y Paco, que también era muy sencillo y muy bueno, soltaba cosas de José, un montón de anécdotas que me quedaba con la boca abierta… Por ejemplo, un estribillo que decía “Sacala sacala sacala ya…”, y decía Paco que originalmente era distinto, pero Camarón no lo cogía, Paco se echaba a reír y al final se grabó como quedó.

 

– Antes de que Niño Josele lo acercara al maestro, ¿había tenido algún contacto con él?

– ¿Con Paco, dices? No. Llegué a Madrid sobre el 2008 desde Motril, y ese año Josele me escuchó y me llevó en su banda. Y a la hora de hacer Paco una gira en el 2010, le preguntó a Josele cómo estaba la cosa de cantaores. “Mira, yo llevo a este niño de Motril”. “A ver, pónmelo”. Le puso alguna grabación y le convenció. “Tráelo, que nos lo llevamos para la gira”.

 

– ¿Es cierto que el primer contacto fue como una encerrona, que no iba en absoluto preparado?

– No, no, a mí me dijeron que íbamos a ir a ver a Paco al estudio de Madrid, el de Javier Limón, y yo: “Pues venga, vale”. Pero cuando me vi allí en el sitio, pensé que esto era una prueba para irse de gira con el más grande de los más grandes. Y fue un shock para mí. Fueron solo dos días, pero no veas qué dos días…

 

 

«Cuando llegó a Madrid no sabía lo que eran gitanos y payos. En Algeciras no existía distinción, eran todos iguales. Y cuando llega a la capital es cuando ve el racismo que hay. Y me decía: “Yo daría un brazo por ser gitano, pero en el fondo yo vivo así, yo siento así”. Lo llevaba dentro, totalmente»

 

 

– ¿Le impresionó su presencia física, antes incluso de coger la guitarra?

– Claro, yo estaba allí sentado, y de pronto llega Paco con un chándal y una gorra, y la primera impresión fue “¡qué viejo está!”. Porque siempre lo había visto joven en las fotos y los vídeos. Pero cuando agarró ese hombre la guitarra y empezó a hablar, ahí me dije: “Vaya donde me he metido, qué follón más gordo”.

 

– Con la guitarra en las manos, ¿se transfiguraba?

– Paco era tan especial que… Al mismo tiempo que lo veías tan grande, tan grandísimo, era muy natural. Creías que iba a ser muy lejano, y era todo lo contrario. Cuando tú estás con Paco te hace sentir bien, uno más. Me creía que era mi tío, una cosa así. Y todo el mundo se sentía así con él. Pero cuando dio la primera nota, yo miraba a los demás, a los niños, y a mí me daban muchas ganas de llorar, porque era pensar: sueño cumplido. Eso era la banda sonora de todos los músicos que estábamos allí. Y tenerlo tan cerquita, cuando hizo por ejemplo Canción de amor, yo me quería pegar un chocazo contra la pared, porque no era normal lo que estábamos viviendo. Una cosa de los espacios infinitos que viene de momento a sentarse a tu vera. No se puede explicar con palabras.

 

– Usted ha contado también alguna vez que al principio no le salía ni la voz del cuerpo. ¿Era así?

– Sí, en el ensayo me preguntó si me sabía los estribillos, yo le decía que sí, pero aparte de eso no hablaba en ningún momento. Yo solo mirándole a los ojos, muy atento a él, a lo que me dijera. Y me contó: “Te vas a venir en la gira con Duquende, y vuestras voces van a ir muy bien, y tú vas a aprender mucho con el Juan”. Y yo dándole las gracias. Mira, el primer concierto en Rusia yo me harté de llorar en el camerino, antes de salir, de la presión que tenía. Y no podía cantar. Te lo juro, me miró Paco, “¡vamos allá!”, y Paco se meaba el tío, y me dijo “no te preocupes, que eso es normal”.

 

– Fue comprensivo, no hubo bronca…

– Al revés, me dio un abrazo riéndose, con un cariño y una grandeza y una confianza que me dio…

 

– ¿Con Duquende había ya actuado antes alguna vez?

– Lo conocía de haberlo escuchado con sus discos, pero nunca había cantado con él. Y nos fue muy bien, me dio él también un sitio muy bonito a lo primero, me enseñaba muchas cosas, abre la boca aquí y aquí, respira, consejillos, truquillos que tenemos los cantaores.

 

 

«Era un sueño hecho realidad, el sueño de cualquier músico, de cualquier realidad. Lo más alto. Que te llame Paco y te veas en el aeropuerto con él, y te vayas a comer con él… Muchas horas. Me daba un cariño, una generosidad… El día que partió Paco, fíjate, echaba más de menos a su persona que a su música, fíjate lo que te estoy diciendo. Ahora mismo estamos todos huérfanos»

 

 

– Y hay un momento en que ya no está Duquende, y está usted ahí delante. ¿Cómo fue ese cambio?

– Como te decía, yo entré muy cortadillo, y obviamente no tenía las tablas que tendría luego, pero a partir de 2012 un día vi a Paco echándose a reír después de cantar yo. Y para mí eso fue muy grande, fue como coger confianza en el escenario y pensé: esta es la mía. Para disfrutar yo, enganché algo para empezar a hacerlo, porque hasta entonces tenía esa queja: hay que ver que no estoy cantando como yo verdaderamente puedo. Claro, yo no tenía experiencia, y estaba al lado de bichos como Alain, como Duquende… En ese primer concierto que te dije antes, yo vi que no tenía experiencia para ir con Paco de Lucía. Intenté ponerme las pilas, escuchar cante, estar todo el día aprendiendo… Y cuando Paco me echó una sonrisa, fue como un estallido para mí. Rompí cadenas. ¿Qué pasó? Que le cogí el tranquillo a eso, y a partir de ahí pasaban cosas bonitas. Y Paco, en una cena, le dijo a los músicos: “¿Os habéis dado cuenta del cambio que ha pegado David? ¡Qué alegría! ¡Ahora ha enganchado!”

 

– ¿Qué le pedía Paco a un cantaor?

– Paco era cantaor. Y me acuerdo de cosas que me decía, como: “David, cuando cantes, no cantes para nadie. Porque verdaderamente nadie sabe. Canta para ti, porque en el momento en que te gustes tú, le vas a gustar a todos. No pierdas el tiempo en cantar para nadie, eso solo lo sabe y lo siente el que lo está echando para fuera”.

 

 

El cantaor motrileño David de Jacoba, en su habitación de hotel atendiendo a Expoflamenco. Foto: Ale Luque

 

 

– ¿Cómo pactaban las letras?

– Mira, con Paco no ensayábamos ni nada, porque ¿quién no se sabe la música de Paco? Solo quería por ejemplo asegurar los cortes, qué estribillo hacemos aquí… Pero tampoco quedábamos en ningún sitio para ensayar. En la prueba de sonido empezábamos a hacer letras, porque nos dejaba a nuestro aire, no le gustaba ceñirnos a algo… Pero dentro de eso, ver dónde salimos, dónde cerramos, con qué estribillo nos vamos… Y en las pruebas hacíamos letras, incluso cantaba él, y pasaban cosas muy bonitas. “Mira, esa letra que has hecho me gusta, hazla después de esta falseta”. Pero sin guion. Me gustaba por eso también, dejaba que pasaran cosas. Cuando cierras, tú mismo haces que no pasen cosas. Él era muy de directo. Por eso, decía que le gustaba más hacer un disco en directo que meterse en un estudio. Por eso hizo el disco de los conciertos en España.  

 

– ¿Había hecho alguna vez antes giras largas?

– Estuve justamente antes haciendo pocas cosas con Tomatito, con Joaquín Cortés, con una compañía que hizo Enrique Morente… Pero a este nivel no. La primera salida fueron dos meses, muy fuerte. Era un sueño hecho realidad, el sueño de cualquier músico, de cualquier realidad. Lo más alto. Que te llame Paco y te veas en el aeropuerto con él, y te vayas a comer con él… Muchas horas. Me daba un cariño, una generosidad… El día que partió Paco, fíjate, echaba más de menos a su persona que a su música, fíjate lo que te estoy diciendo. Ahora mismo estamos todos huérfanos.

 

– ¿Hablaron alguna vez de su pasión por el mundo gitano?

– Cuando llegó a Madrid, según me contaba en las cenas en las que nos daban las tantas charlando, no sabía lo que eran gitanos y payos. En Algeciras no existía distinción, eran todos iguales. Y cuando llega a la capital es cuando ve el racismo que hay. Y me decía: “Yo daría un brazo por ser gitano, pero en el fondo yo vivo así, yo siento así”. Lo llevaba dentro, totalmente. De hecho, una vez dijo: “El cante es de los gitanos, aunque hay gente que no es gitana que canta muy bien. Mi hermano Pepe es el mejor cantaor que hay, pero le falta algo que tienen los gitanos”. Y nosotros con los ojos así abiertos, escuchando, y sigue: “Yo prefiero a un cantaor que no sepa de cante pero me haga un ay que me lleve a otro mundo, que me inspire, antes que otro que no sea gitano pero venga con el maletín del cante. Me aburre”.

 

 

«Una vez dijo: “El cante es de los gitanos, aunque hay gente que no es gitana que canta muy bien. Mi hermano Pepe es el mejor cantaor que hay, pero le falta algo que tienen los gitanos”. Y nosotros con los ojos así abiertos, escuchando y sigue: “Yo prefiero a un cantaor que no sepa de cante pero me haga un ay que me lleve a otro mundo, que me inspire, antes que otro que no sea gitano pero venga con el maletín del cante. Me aburre”»

 

 

– ¿Usted con Pepe ha tenido relación?

– Sí, y para mí como cantaor, esa cabeza cantaora, para mí ha sido lo más grande. No hay otro como él, y no se le ha dado todavía el sitio que se merece. No es normal la forma de cantar, los giros tan listos, es un bicho del cante. A Camarón no lo meto, pero Pepe para mí es el mejor… Y Camarón mismo, cuando iba a grabar, tenía que estar El Loquito por ahí. ¿El Loquito quién era? Pepe. “¿No está El Loquito? Pues entonces no grabo”. Pepe le daba muchas ideas, era una inyección de creatividad.

 

– Todo el mundo habla de la guasa de Paco. Cuénteme su experiencia al respecto.

– Algo pillé, aunque fuera en la última etapa [risas]. Le gustaba mucho reír a Paco, meterse con todo el mundo, chincharle a la gente… Con decirte que la primera vez aquella que apareció Paco al estudio de Javier Limón, con su chándal y su gorra, en vez de decir buenas tardes, miró para nosotros y preguntó, “¿esta es la mierda de cantaores que me habéis conseguido?” [risas] ¡Ya empezó ahí, el primer día! A Alain y a Serrano los picaba a muerte, pero vamos, que se ponían de mala follá entre ellos. Y Paco le decía a Serrano, “la música del Alain es más alegre, Antonio, tu música es muy fúnebre”, y lo ponía a cavilar… Y así con todos. Me acabo de acordar que cuando yo cantaba, Duquende miraba mucho a Paco. Y Paco me decía “tú no hagas caso a nadie, pero muchas veces yo exagero el ole que te doy, porque sé que al Duquende lo va a picar, y eso va a hacer que quiera aumentar más”. Y en medio del concierto decía ‘¡ooleeeeee!’, exagerado, cuando yo cantaba, y salía después por encima de mí. Y Paco se tiraba de la risa, claro.

 

– ¿Con El Rubio le fue bien, también?

– Sí, fue poco tiempo pero muy bien. Al principio llegó cortadillo también, pero el primer día cantó de maravilla y a Paco le gustó.

 

– Su hermano, ¿llegó a tener también relación con Paco?

– Claro. Además Carlos, cuando yo entré con Paco, me decía “apréndete estas letras, que yo sé que a Paco le van a gustar”. Por ejemplo, los remates de Juanito Villar, “ay, válgame virgen del cielooo”. Lo hice en el ensayo, Paco me dijo “hazlo otra vez”, lo hice, y dijo “es que no sé por qué la gente ahora no remata así, con lo bonitos que son los remates de Juanito Villar”. Y me mira mi hermano como diciendo, ¿te das cuenta? Qué pillo. Carlos es un pillo para eso.

 

– ¿Pudo mostrarle alguna vez su música al maestro?

– Él es muy cortado, pero sí que cuando estaba grabando mi disco, le puse una bulería a Paco. “Maestro, estoy grabando con mi hermano Carlos, me gustaría que escuchara esta bulería”. “¡Pónmela, pónmela!”. Le puse los cascos en el aeropuerto, y le gustó mucho. Y luego en las pruebas de sonido estaba Carlos, y le preguntaba mucho Paco, “Carlos, ¿cómo se escucha?”. O le decía, “no puedo tocar hoy, mira cómo estoy con la uña…”.

 

 

«Paco era cantaor. Y me acuerdo de cosas que me decía, como: “David, cuando cantes, no cantes para nadie. Porque verdaderamente nadie sabe. Canta para ti, porque en el momento en que te gustes tú, le vas a gustar a todos. No pierdas el tiempo en cantar para nadie, eso solo lo sabe y lo siente el que lo está echando para fuera”»

 

 

– Le dedicó una taranta, ¿verdad?

– Sí, porque yo le pedí al maestro que grabara esa taranta, pero estaba liado con el disco de copla, y no pudo tocarla. Y cuando pasó lo que pasó, se la dediqué a él. 

 

– ¿Recuerda cómo recibió la noticia de la muerte de Paco?

– Sí. Yo estaba trabajando en Barcelona, me llamaron a mediodía. La noche antes estuve con el Piraña hasta las cuatro de la mañana hablando de Paco. Y al otro día nos llamaron y yo solo podía repetir “no puede ser, no puede ser…”. Ese año nos íbamos de gira, la teníamos completa, entera. Pongo la tele y evidentemente estaba en todas partes. Y esa noche trabajaba. Tuve que cantar porque no pudieron cancelar, pero yo insistía en que no podía, porque tenía un nudo en la garganta. La voz se te va para un lado, es distinto a tocar un instrumento, pero si tienes ganas de llorar es imposible, se desplaza la voz… Y el niño de Juanito Villar que estaba allí me vio y me dijo: “David, salte”. Y me salí hecho polvo. El escenario me recordaba a él. Y al otro día nos fuimos por la mañana a Algeciras, el Piraña y yo.

 

– ¿Le sigue acompañando esa memoria?

– ¿Te lo digo de verdad? Me acuerdo de él a diario. No hay un día que no lo recuerde, porque como dije a lo primero, en mi casa era uno más, como familia. En mi casa tengo cuadros de Camarón y de Paco junto a fotos de mi mujer, de mi padre, del Señor… Y ahí están ellos. Para grabarme, para cantar, yo me tengo que acordar de Paco. De los momentos que he estado con él en el escenario, eso me sirve de inspiración, de fuerza. Eso me lleva a un sitio que me da un nivel. Me daba consejos de la vida, no ya de la música…

 

– Terminemos evocando alguno.

– Me decía que disfrutara de la vida. “Eres joven, estás empezando a cantar, ¡disfruta! ¡No te amarres!”. Yo me tuve que casar pronto, y me decía: “No seas tan formal, no seas tan formal. Disfruta de la vida, que la vida está para eso”. 

 

Imagen superior: foto promocional del cedé ‘Jubileo’
 

 

 

→  Ver aquí las anteriores entregas de la serie LOS ELEGIDOS, de Alejandro Luque, sobre los colaboradores de Paco de Lucía:

 

# LOS ELEGIDOS (VI) / Niño Josele: «La música de Paco de Lucía era como mi idioma natural»

# LOS ELEGIDOS (V) / Antonio Serrano: «Paco se ponía nervioso antes de los conciertos, porque no estudiaba nada»

# LOS ELEGIDOS (IV) / Duquende: «El grupo de Paco de Lucía era como una nave espacial» 

# LOS ELEGIDOS (III) / El Viejín: «Cada falseta de Paco de Lucía te puede llevar por un rumbo diferente»

# LOS ELEGIDOS (II) / Dani de Morón: «Todavía hay quien cree que no estudiar a Paco es tener personalidad»

# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara» 

# LOS ELEGIDOS (I) / Con Alain Pérez en La Habana (I): «Enrique Morente era un visionario de los de verdad» 

 

  


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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