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El abuelo en la Alameda de Hércules

Sevilla tendría que sentar a Silverio en la Plaza de la Alfalfa, donde nació, pero nadie se mueve. Antonio Mairena tiene un monumento en Sevilla porque se movieron los mairenistas. Y lo mismo la Niña de los Peines y Caracol. Para Manuel Vallejo tampoco se ha movido nadie.


– Abuelo, ¿quiénes deciden que un artista del flamenco sea o no reconocido? ¿Quiénes decidieron, por ponerte un ejemplo, que Silverio no tenga nada en Sevilla y sí tenga un monumento Antonio Mairena? Que no digo que no lo merezca, pero por qué a él y no a Silverio, que debería tener un monumento en cada ciudad andaluza.

– De eso te puedo hablar con propiedad. En la época de Silverio, el siglo XIX, un artista flamenco no era tan reconocido por la sociedad como lo está en nuestros días. Silverio fue el más grande de su tiempo y, además, un empresario fundamental. Fue querido y respetado en Sevilla no solo por los aficionados, sino por los propios artistas, gitanos o no. Cuando murió, en 1889, los cafés cantantes estaban desprestigiados en Sevilla, y el suyo también. De hecho, lo había cerrado ya cuando le sorprendió la muerte. Y cayó en el olvido. En aquellos años no les ponían monumentos a los artistas flamencos, ni calles con sus nombres.

 

– Pero luego, abuelo, llegó una época de reconocimientos y tampoco se movió nadie en Sevilla para que Silverio fuera reconocido como lo que fue, uno de los padres del flamenco. ¿Por qué?

– Porque Sevilla es así. Sevilla tendría que sentar a Silverio en la Plaza de la Alfalfa, donde nació, pero lo cierto es que nadie se mueve y eso se suele hacer cuando los aficionados se mueven para que las instituciones den el sí. Antonio Mairena tiene un monumento en Sevilla porque se movieron los mairenistas, los amigos y admiradores del maestro. Y lo mismo te puedo decir de la Niña de los Peines y de Caracol. Para ponerle un monumento a Manuel Vallejo no se ha movido tampoco nadie, siendo quizás el cantaor más importante de Sevilla y primera Llave de Oro del cante del siglo XX.

 

– Alguien habló de llenar la Alameda de monumentos de artistas flamencos, pero aquello se paró y nunca más se supo.

– Lorca soñó con sentar a Manuel Torres en la Alameda, con pelo natural. Manuel tenía un pelo negro que enamoró a media Sevilla. Fue el rey del cante de la Alameda de Hércules. Pero un día que estaba cantando en una fiesta y no pudo acabar su seguiriya, porque se lo comía ya la tuberculosis, estaba Tomás Pavón en la fiesta, y le dijo el genio de Jerez: “Tomasito, acábala tú, que no puedo”. Ese día lo nombró el nuevo rey del cante de la Alameda. El pintor sevillano Juan Lafita, que estaba presente, escribió sobre aquello y aseguró que esa noche Torres le dio la baraka del cante a Tomás.

 

 

«En ningún sitio del mundo hubo nunca la concentración de artistas flamencos que hubo en la Alameda de Hércules desde mediados del XIX hasta mediados del XX. Había casas de vecinos habitadas solo por artistas flamencos. Desde los mismos orígenes del flamenco, todos vivieron o pasaron por este lugar. Y como se cantó en la Alameda no se ha cantado en ninguna parte del mundo. Fue la mejor escuela de cante de la historia»

 

 

– Entonces, abuelo, lo de llenar la Alameda de estatuas como que no.

– Eso sería una barbaridad, además de algo inviable. Habría que ponerles monumentos a tantos y a tantas. Sí habría que poner un solo monumento como homenaje a todos los artistas que nacieron o se buscaron la vida en ese rincón de Sevilla. ¿Sabías que Silverio vivió también en la Alameda? No en los alrededores, sino en la calle Alameda de Hércules. En 1870, el genio vivió en esta calle porque ya dirigía un café cantante y solía vivir siempre cerca de sus cafés, supongo que por una cuestión de seguridad. De esta calle se mudó a Potro, en la Alameda también, donde años después vivieron Pastora Pavón y Manuel Escacena, cuando eran pareja.

 

– ¿Y qué fue en realidad la Alameda de Hércules, para el flamenco?

– Mira, Manolillo. En ningún sitio del mundo hubo nunca la concentración de artistas flamencos que hubo en la Alameda de Hércules desde mediados del XIX hasta mediados del XX. En ninguno. Había casas de vecinos habitadas solo por artistas flamencos, como el número 8. Todos, desde los mismos orígenes del flamenco, vivieron o pasaron por este lugar. Y como se cantó en la Alameda no se ha cantado en ninguna parte del mundo. Fue la mejor escuela de cante de la historia. Y de baile y de guitarra, claro está. ¿Y qué recuerda aquello? Nada. Bueno, dos monumentos mal colocados, los de Pastora y Caracol, con el torero Chicuelo de pontón.

 

– ¿Qué harías tú, abuelo?

– Colocaría un monumento, uno solo, como homenaje a esa zona y a quienes la hicieron flamenca y grande. Y un centro de documentación del flamenco. Por ejemplo, en la casa donde vivió Silverio, que sigue en pie. Si en Sevilla hubiera vergüenza, que no la hay, esto se habría hecho ya hace años. Siendo una de las cunas principales del flamenco, es donde menos interesa la historia de este arte. Curioso, ¿no? Pues así es.

 

– ¿Qué artistas, de los más antiguos, estuvieron por la Alameda?

– Miracielos y El Raspao, Ramón Sartorio y José Lorente estuvieron trabajando a mediados del XIX. María la Andonda tuvo su primer hijo en la Alameda en 1864, viviendo con El Fillo hijo. El Maestro Pérez era ya en aquella época el guitarrista más importante de la Alameda. Las hermanas Parrala, de Huelva, llegaron más tarde y a partir de los setenta se llenó de artistas venidos desde distintos puntos de Andalucía e incluso de fuera de nuestra región: La Carbonera, La Juanaca, Paco la Luz, Frijones, La Chata de Madrid, El Canario, El Perote, Enrique Ortega, La Mejorana, Josefa la Charrúa, La Macarrona, La Malena, Chacón, Manuel Torres, El Gloria, Currito el de la Jeroma, los Triano de Écija, AntonioMoreno, La Moreno de Jerez… La lista sería interminable.

 

– Eres una enciclopedia, abuelo.

– Señal que soy viejo, Manolillo.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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