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Entre la añoranza y el desencanto

Ahí ando, entre la añoranza de un tiempo irrepetible y el desencanto, unos días animado y otros con ganas de destrozar el ordenador y dedicarme a sembrar tomates y lechugas y acabar mis días viviendo de los recuerdos.


Recuerdo que cuando empezaba en esto de la afición al flamenco, a mediados de los setenta, aún había en Sevilla lugares donde se veían los artistas, unos para buscarse la vida y otros por el puro placer charlar sobre las cosas del cante, el baile y la guitarra. Alcancé a conocer la célebre Venta Vega, que estuvo en la carretera de Sevilla a Cádiz, antes de llegar a Bellavista. Allí estuve alguna que otra noche compartiendo tertulia y copas con cantaores como el Niño de Fregenal, El Gordito de Triana, Joaquín de Utrera, Cepero de Cantillana o El Niño de Arahal. También charlé mucho con el guitarrista Antonio Delgado, el hermano de Esteban de Sanlúcar. Era ya un hombre mayor, metido en kilos y lleno de sabiduría. Esta venta se cerró hace ya algunas décadas.

Era una época en la que las peñas flamencas estaban en su máximo apogeo, locales como Torres Macarena, El Sombrero, en Triana, donde también estuvo la del odontólogo Paco Parejo, en la calle Alfarería, por donde solían ir Antonio Mairena, El Chocolate, Emilio Badía, Antonio el Arenero, Manuel Oliver, Naranjito de Triana y Luis Caballero, entre otros. Allí veía a Rafael Riqueni de niño, siempre acompañado de su padre, cuando soñaba con ser figura del toque. Si te ibas a los pueblos de la provincia de Sevilla, a localidades como Morón de la Frontera, Utrera, Lebrija, Mairena del Alcor, Arahal, Dos Hermanas o Los Palacios, donde los aficionados se reunían en las peñas los fines de semana, o en las tabernas, era como ir a la Universidad. Tenía 20 años y era como una esponja, lo absorbía todo, las anécdotas que contaban los mayores, sus vivencias, los recuerdos de quienes vivieron tantas noches de arte.

 

«Los artistas se encierran cada uno en su mundo, se ha perdido aquella manera de aprender de los maestros del arte y de la afición. Todo es menos humano, de menos carne, con menos alma»

 

Entonces, el flamenco se aprendía de esa manera, en las reuniones, en las peñas, en las tabernas, en contacto con los maestros y los buenos aficionados. No muchos de mi edad pueden decir que estuvieron alguna vez de reunión con Antonio Mairena, Antonio el Sevillano, Manolo Fregenal, Fernanda de Utrera, Farruco, Manolo Sanlúcar, Matilde Coral, Terremoto de Jerez o El Sordera.

Recuerdo también con cariño a críticos que ya no se encuentran entre nosotros, como José Antonio Blázquez y Miguel Acal, dos de mis maestros. ¿Quién se acuerda ya de ellos, de la gran labor que llevaron a cabo durante décadas? O de Emilio Jiménez Díaz, de Triana, que aún vive y cuesta la misma vida verlo presentar algún festival o dar una charla en alguna peña. Lo siento, pero me duelen en el alma estas cosas, que vayamos dejando en el olvido a quienes tanto lucharon por nuestra cultura. No hace mucho tiempo hablaba de esto con una figura joven del cante, José Valencia, y coincidía conmigo en que todo ha cambiado  mucho, que ya los artistas se encierran cada uno en su mundo, que se ha perdido aquella manera de aprender de los maestros del arte y de la afición y que todo es menos humano, de menos carne, con menos alma.

Lo noto en mí mismo, que a pesar de ser, quizás, el crítico de flamenco más leído del mundo –eso me dijeron no hace mucho, al menos, unos señores que habían hecho un estudio–, y de llevar casi cuarenta años investigando, cada día suena menos el teléfono y parece que no interesa nada lo que he vivido durante todos estos años, lo que podía contar. Y ahí ando, entre la añoranza de un tiempo irrepetible y el desencanto, unos días animado y otros con ganas de destrozar el ordenador y dedicarme a sembrar tomates y lechugas y acabar mis días viviendo de los recuerdos. Quizás lleve demasiado tiempo en esto, no lo sé.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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