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Hacia dónde va la guitarra

El flamenco hay que sentirlo, te tiene que decir algo. Aunque haya una técnica asombrosa, sin alma no puede haber buena música. Y mucho menos buen flamenco.


Estamos asistiendo a algo que, sobre todo en la guitarra, llama demasiado la atención. Me refiero a esos que hacen un disco e invitan a otros guitarristas, cantaores y músicos de otro géneros, con el pretexto de encuentros con compañeros, cuando lo que buscan en realidad es vender bien una obra. Imaginen que yo soy un cantaor muy malo, que es la pura realidad. Que hago un disco e invito a que canten conmigo Miguel Poveda, Pedro el Granaíno, Antonia Contreras, Arcángel y Pansequito. ¿Sería un disco mío o de ellos?

Entiendo que hay muy pocos guitarristas actuales, de concierto, capaces de hacer un disco con diez piezas y que sea una obra rotunda. Pero no solo pasa en los discos, sino en los espectáculos. Una buena manera de meter algo en los grandes festivales es esa, la de presentar proyectos con ganchos, que a veces cuelan. No voy a dar nombres, porque al final me acarrea problemas. Pero si ponen en marcha la memoria o entran en las programaciones de estos festivales, seguro que encuentran algo y que entenderán mejor esta reflexión o denuncia. Entre que vivimos una etapa de grandes copistas y que pasan estas cosas, estamos que lo tiramos.

No todos los guitarristas de flamenco son buenos concertistas, pero todos dan conciertos y graban discos en solitario o con ganchos. Salen obras casi todas las semanas, pero de esas que las escuchas una sola vez y que guardas hasta no se sabe cuándo porque no ves nada novedoso. Confieso que a veces recibo cedés de los que escucho solo un par de piezas, y este es uno de los motivos por los que apenas hago críticas de discos: porque salen pocas cosas que me interesen. Y porque si eres sincero y dices lo que piensas de verdad de una obra, a veces te preguntan que dónde has estudiado la carrera de música, como si hubiera que estudiar esa carrera para saber si un guitarrista toca o no flamenco o si da ojana por un tubo.

Recuerdo que cuando Manolo Sanlúcar presentó Tauromagia en Sevilla, en el Lope de Vega (1988), posiblemente su mejor obra flamenca, estuve en el teatro y le hice una crítica en El Correo de Andalucía. Me escribió dándome las gracias y cuando lo llamé para agradecerle el gesto y para decirle que no había estudiado música, me respondió lo siguiente: “Sin saber de música, has hecho que vea cosas en mi disco que no sabía que estaban. A veces, un catedrático de música no sabe nada de flamenco y me interesa la opinión de alguien que sepa y que, además, tenga alma”. Y a raíz de este contacto comenzamos a ser amigos.

Puestos a confesar, digo también que a veces no sé qué decir de un disco de guitarra. Y no es porque no sepa solfeo, que no sé, sino porque no lo siento. El flamenco hay que sentirlo, te tiene que decir algo y, aunque haya una técnica asombrosa, hay poca alma y sin alma no puede haber buena música. Y mucho menos buen flamenco.

Así que, para ir acabando, tenemos la obligación de apoyar a aquellos guitarristas o cantaores que no lo basen todo en la técnica, sino que ejerzan la libertad de tocar o cantar solo con alma. Salvo que crees tu propia técnica, claro, y seas un revolucionario. En el último disco de Pedro Sierra, Llanto de la guitarra, Cristina Heeren asegura que este guitarrista ha creado su propia técnica. Anda, y los críticos de guitarra sin enterarse.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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