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Mayte Martín o la coherencia

Como es una artista joven, nos sorprenderá con obras maravillosas. Pero espero de Mayte Martín una gran obra de corte clásico que señale el camino. Una antología, por ejemplo. Una revisión de las distintas escuelas, desde Chacón y Pastora hasta hoy, porque es la única que podría hacer algo así con un mínimo de solvencia.


No he ocultado jamás mi admiración por la cantaora catalana Mayte Martín. Es más, siempre he dicho, y lo mantengo, que es la número uno del cante y no solo entre las cantaoras, sino entre los cantaores también. No hay en la actualidad una voz como la de Mayte. Eso no quiere decir que no haya cantaoras o cantaores que me lleguen más que ella y que en un momento dado me partan el alma cantando. Cuando hablo o escribo de ella no pienso solo en la estupenda voz que tiene, sino en el conjunto de cualidades que atesora. Salvando las distancias, es lo que me pasa con Chacón, que me interesa el conjunto de cualidades y no solo su afinación o profundidad.

Como adoro a esta artista, por eso soy también crítico con ella. Porque pienso que podría ser aún más importante como cantaora. Escribía el otro día sobre la necesidad de referencias en el cante y vuelvo a insistir en ello. A lo mejor no hace falta un nuevo Mairena, que metió a toda una generación por el carril del clasicismo, porque son otros tiempos, pero sí referencias de buen cante, de seriedad. Mayte representa el cante clásico, pero a la vez la frescura de lo nuevo. No imita a nadie, en mi opinión. Es muy chaconiana y de Pastora Pavón, pero jamás busca el calco porque tiene una gran personalidad y esto no le permite el mimetismo, tan presente hoy en el cante: el que no quiere ser Camarón, quiere ser Mairena o Enrique Morente.

 

«Su voz era ya como una lengua húmeda que te recorría el espinazo. Tenía algo distinto, nuevo, una enorme facilidad para hacer que lo añejo pareciera nuevo»

 

La primera vez que la escuché fue cuando ganó la Lámpara Minera de La Unión (1987), si no recuerdo mal, porque suelo escribir de memoria. No la conocía de nada y me sorprendió su aplomo sobre el escenario, además de su voz, claro, que era ya como una lengua húmeda que te recorría el espinazo. Tenía algo distinto, nuevo, una enorme facilidad para hacer que lo añejo pareciera nuevo. Le daba ya entonces una nueva mano de barniz a determinados cantes, como los mineros. Y desde aquel año la seguí siempre con mucho interés. Ahora la sigo menos, sinceramente, porque lo que hace no me interesa tanto. No es que esté en contra de que haga boleros o canciones de otra índole, porque cada artista tiene que ser libre de hacer aquello en lo que crea o le dé la gana.

No me imagino a una artista como Mayte haciendo siempre lo mismo, sino en constante movimiento de ideas y locuras. Seguro que, como es aún una artista joven, seguirá sorprendiéndonos con obras maravillosas. No sé si es una locura lo que voy a decir, pero espero de ella una gran obra de corte clásico que vuelva a señalar el camino. Una antología, por ejemplo. Una revisión de las distintas escuelas, desde Chacón y Pastora hasta nuestros días, porque es la única que podría hacer algo así con un mínimo de solvencia. No lo va a hacer, porque la conozco bien y se ha acomodado un poco. Pero si se echara para adelante, estaría ahí para apoyarla.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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