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O tienes genes o no vales (II) – Silverio, ¿un huido de la justicia?

Es muy triste que Sevilla se haya olvidado de este artista. Que sigan manchando su memoria acusándolo de un crimen que nunca se ha demostrado que cometiera. Y que le sigan negando el pan y la sal unos ignorantes, porque no tenía genes flamencos.


Nadie ha podido demostrar con documentos que Silverio Franconetti se fuera a Sudamérica, donde estuvo siete años, porque mató a una persona en una taberna de Sevilla, como alguna vez se ha dicho. A un gitano, concretamente. Gracias a que Luis Vázquez Morilla localizó la muerte de Curro Pabla, uno de los hermanos cantaores de El Fillo, asesinado en Cantillana en 1843, se sabe con seguridad que no fue Silverio, que tenía entonces 11 años y vivía en Morón de la Frontera.

 

Siempre se le atribuyó ese crimen a Silverio, aunque sin base documental alguna. Sobre todo en el entorno del mairenismo, donde el genio sevillano es una especie de hombre del saco. Nunca ha aparecido una prueba de que Silverio matara a una persona en una reyerta, algo, por otra parte, bastante habitual en aquellos años en los que los hombres iban con faca en el fajín o pistola. Recordemos los crímenes del Canario, Paquiro Ortega o el Cojillo Vázquez en Sevilla, y también los cometidos por artistas como Miguel Macaca o El Piyayo, también en Sevilla, o Curro, el hijo del cantaor trianero Francisco la Perla.

 

En cafés cantantes como El Burrero o el de Silverio había reyertas casi todas las noches, con causa de muerte muchas veces. No sería extraño, pues, que Silverio protagonizara alguna, pero jamás apareció en la prensa de la época que acabara con la vida de un hombre. Y mucho menos que ese fuera el motivo de su  marcha a Sudamérica. Por tanto, es tremendamente injusto que todavía hoy se diga en las redes sociales que fue un criminal. Y que incluso se asegure que la víctima fue un gitano, lo que envenena aún más el mal rollo que ha habido siempre con un cantaor y empresario que hizo historia.

 

 

«Silverio se ganó el respeto de los gitanos cantando y no porque los comprara con contratos. Hay que tener mucha mugre en las tripas para decir eso, sencillamente porque hay quienes siguen sin aceptar que un cantaor no gitano, del centro de Sevilla y con apellido italiano, se convirtiera en la gran figura del cante andaluz, siendo prácticamente el padre del flamenco»

 

 

Supongamos que hizo una muerte y que huyó de la Justicia emigrando a Sudamérica en 1857, con sólo 26 años. Para que hubiera esperado la prescripción del delito y poder volver a su país, el cantaor tendría que haber regresado a España en 1865, y lo hizo en 1864. Nada más llegar a Cádiz, donde se afincó inicialmente, comenzó a cantar en locales y solicitó licencia al Gobierno Civil para poder dar conciertos en el Teatro Variedades. En el Archivo Provincial de Cádiz localizó Manuel Ravina Martín una carta de Silverio  solicitando permiso para actuar en el citado teatro gaditano en 1867. Vivía entonces el cantaor sevillano en la calle Enrique de las Marinas, 31, de esta ciudad. ¿Creen ustedes que lo podría haber hecho de ser un fugado de la Justicia? Habría sido detenido nada más desembarcar.

 

Silverio tuvo siempre gran predicamento en la Tacita de Plata, sobre todo entre los gitanos y flamencos. A su regreso de Sudamérica no sólo fue recibido con los brazos abiertos por los Ortega, Curro Dulce y La Cachuchera, tía de Rosario la Mejorana, sino agasajado muchas veces por los gitanos porque era de esa escuela cantaora. Si hubiera matado a un gitano –liaíto en su capa, sin jacerte ná–, ¿creen que Silverio hubiera elegido Cádiz para reemprender su carrera de cantaor y empresario?

 

 

 

Postal del Café del Burrero. Archivo Bohórquez.

 

 

En 1868 se afinca en Málaga, donde se casa con la linarense Ana Torrecilla. Curiosamente, en esos años había muchos gitanos artistas en esta ciudad, entre otros Francisco Ortega Vargas, El Fillo hijo, que vivía con María la Andonda. ¿Se habría afincado allí de haber matado a un pariente de Antonio Ortega Heredia El Fillo, y, sobre todo, de Tomás el Nitri, que también andaba por Málaga? De ninguna de las maneras. Nadie tenía cuentas que ajustarle a Silverio y menos por delitos de sangre.

 

Tampoco en Sevilla, porque regresó en 1870 para no irse nunca más. Ya había cantado tres años antes, pero sólo esporádicamente y para trabajar. Tampoco en Sevilla tenía cuentas pendientes con nadie y mucho menos con la comunidad gitana. Sabido es el predicamento que tenía en Triana, por ejemplo. Nada más afincarse en la Alameda fue nombrado director de un café cantante en la calle Tarifa, 1, el antiguo Salón Recreo, que era conocido como el primer Café de Silverio. ¿Contrataría alguien como director de un negocio en el centro de Sevilla a un cantaor que hubiera matado a una persona y huyera de la Justicia?

 

Este prestigioso local sevillano ya era academia de baile en la década de los cuarenta del XIX, en concreto del bolero antequerano Miguel de la Barrera y Quintana. Comenzó llamándose Salón Recreo, luego Café Botella y más tarde El Burrero, cuando lo regentó don Manuel Ojeda Rodríguez El Burrero, que se asoció con Silverio. Tras dos o tres años de esplendor, siendo el mejor café cantante del mundo, rompieron la sociedad y Silverio decidió no trabajar nunca más para nadie y crear su propio café cantante, lo que hizo en 1881. Abrió el Salón Silverio en la céntrica calle Rosario, en un gran local de columnas de hierro que luego fue el almacén de la famosa Farmacia El Globo, demolido en los años cincuenta del pasado siglo.

 

 

«Silverio murió viviendo de alquiler y fue enterrado sin honores en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Ni siquiera conservaron sus huesos a los diez años de su muerte, que acabarían en una fosa común, donde acabaron los de todos los genios»

 

 

Se suele decir con reiteración que Silverio no es que fuera un gran cantaor, sino que los artistas gitanos lo elogiaban porque era empresario y les daba vidilla. Recordemos que tuvo su propia compañía de flamenco, en la que por cierto llevaba a muchos artistas no gitanos, como el guitarrista Antonio Pérez, el cantaor José Lorente, el bailaor Antonio el Pintor y el también cantaor Cuervo Sanluqueño. Evidentemente, también contrataba a artistas gitanos, pero menos. Llevaba en su compañía, por ejemplo, al célebre José Jiménez Vargas, Moreno de Rota, que sí lo era. Era además su hombre de confianza, el encargado del Salón Silverio.

 

Silverio se ganó el respeto de los gitanos cantando y no porque los comprara con contratos. Hay que tener mucha mugre en las tripas para decir eso, sencillamente porque hay quienes siguen sin aceptar que un cantaor no gitano, del centro de Sevilla y con apellido italiano, se convirtiera en la gran figura del cante andaluz, siendo prácticamente el padre del flamenco. ¿Significa esto que creara el flamenco? No, obviamente. Significa que fue quien logró que nuestro arte fuera aceptado como tal por la sociedad, como un arte con entidad propia para ir por el mundo entero con la cabeza levantada.

 

No fue un hombre rico, ni mucho menos. No compraba adeptos con dinero, como se ha dicho. Que se sepa, siempre vivió de alquiler. Su nombre no aparece en el Padrón de Fincas, donde no aparece tampoco ningún otro artista flamenco del XIX. Silverio fue un trabajador, un artista que acabó siendo empresario, pero no un ricachón. De hecho murió viviendo de alquiler y fue enterrado sin honores en el Cementerio de San Fernando de Sevilla y no precisamente en primera categoría. Ni siquiera conservaron sus huesos a los diez años de su muerte, que acabarían en una fosa común, donde acabaron los de todos los genios.

 

Es muy triste que Sevilla se haya olvidado de este artista. Que no tenga ni una sencilla peña flamenca. Que nada recuerde en esta ciudad la huella que dejó, y su obra. Que sigan manchando su memoria acusándolo de un crimen que nunca se ha demostrado que cometiera. Y que le sigan negando el pan y la sal unos ignorantes, porque no tenía genes flamencos.

 

 

Entre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura
¡Con los últimos ecos!

(Federico García Lorca)

 

 

→  Ver aquí la entrega anterior sobre Silverio Franconetti en la serie O tienes genes o no vales.

 

 

 

 

Libro de registros del Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde quedó registrado el enterramiento de Silverio Franconetti. 1889. Archivo Bohórquez.

Libro de registros del Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde quedó registrado el enterramiento de Silverio Franconetti. 1889. Archivo Bohórquez.

 

 

Cerrado el Café de Silverio, se instaló en el local la Farmacia El Globo, que también fue cerrada y el edificio demolido. Archivo Bohórquez.

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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