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Antonio Canales: «En el baile flamenco estamos en una época yerma, de barbecho»

El bailaor sevillano concedió una entrevista a ExpoFlamenco durante el homenaje que recibió en el Tacón Flamenco de Utrera. Una charla juiciosa, incisiva, sobre el presente del baile flamenco.


Esa manera personal y pura de entender el baile le convirtió en primera figura del flamenco. Ballet Nacional, Premio Nacional de Danza, grandes montajes escénicos: Torero, Gitano, Bailaor… Una vida bajo los focos. Uno de los más grandes, tan idolatrado por el gran público como discutido por la crítica. Entre ella, el director del presente medio, Manuel Bohórquez, que miren ustedes por dónde condujo la mesa redonda de su homenaje en el reciente Tacón Flamenco de Utrera. Qué gran momento ese emotivo encuentro entre el artista y el cronista de lo jondo, antaño enemigos íntimos. «Yo le odiaba con toda mi alma, ahora me enorgullece que se siente a mi lado», dice el artista trianero. Consecuencia lógica de mezclar gente de bien y amor por el flamenco.

Disfrutamos en el Teatro Enrique de la Cuadra de una afable charla con Antonio Gómez de los Reyes (Sevilla, 1961), el maestro Antonio Canales. El bailaor pareció sentirse cómodo asomándose a un portal que sigue desde las redes y desató su lengua con acento reflexivo y censor.

 

– Hoy, más que de su arte, hemos disfrutado aquí en Utrera de su piquito de oro. Cuántos momentos entrañables en toda una vida dedicada al baile flamenco. ¿Cómo se ve usted en este momento de su carrera, don Antonio?
– Estoy en un momento pleno, dulce. Aún hay horizonte en las bardas. Preparo una película para octubre con Lolita, dedico mucho tiempo a escribir, que es una de mis aficiones. Y vamos a debutar en la Bienal de Málaga el 8 de abril. La obra se titula Diario de Navegante, que es el toro que casi mata a José Tomás en Aguascalientes. Lo dirige Rubén Olmo. Aparte de este homenaje en Utrera, que me sabe a dulce, las conferencias, las clases magistrales… Y en unos días voy a Guadalajara, México, a una de las ferias más importantes del flamenco. Es un sueño. Voy como director, coreógrafo, bailo como intérprete. El otro día bailé en el Teatro Távora, le rendimos homenaje al maestro Salvador.

– Usted quería y admiraba a Salvador Távora.
– La última vez que estuve con él, en compañía de Manuel Bohórquez, me dijo que quería dirigirme en una obra que se titularía La mesa de camilla. ¿Mesa de camilla, maestro?, le pregunté. «Sí, en las mesas de camilla pasa todo», me dijo. «Se pelaba la pava por debajo, te calentabas con las copas, comías castañas, charlabas, llorabas…». Al final se ha ido sin podérmelo hacer.

– Ahora vive alejado del mundanal ruido.
– Estoy feliz viviendo en pleno campo. Con mis perros, los cazadores, los flamencos que cantan en las tabernas sus fandangos. Voy a las ciudades solo cuando tengo que asistir a algún evento. Prefiero estar a solas, disfrutando de la naturaleza. Voy para los sesenta y se nota. Me siento bien considerado por el mundo artístico, los intelectuales, la gente del pueblo llana, mis compañeros… Ando un poco desencantado a nivel cultural, que tengamos que pasar tantas trabas. Cierran periódicos, se cierran puertas.

– Bohórquez dice que usted siempre fue un bailaor de inspiración. ¿Eso es bueno o malo?
– Dice eso de mí. No va muy desorientado, porque yo era un bailaor muy visceral. Siempre intentaba sacar esa parte temperamental en los cantes, los personajes que interpretaba. Eso a veces me beneficiaba y otras me jugaba malas pasadas. Iba a bailar una soleá normal y de repente me entraba el espíritu ese… ¿Pero por qué haces ese drama? Luego con el tiempo yo me veía y pensaba: uy, estoy muy sobreactuado ahí. No me hacía falta ponerme tan en trance.

 

Manuel Bohórquez, Antonio Canales y Manuel Marín. Homenaje a Antonio Canales. Teatro Enrique de la Cuadra, Tacón Flamenco de Utrera. Foto: Quico Pérez-Ventana

Manuel Bohórquez, Antonio Canales y Manuel Marín. Homenaje a Antonio Canales. Teatro Enrique de la Cuadra, Tacón Flamenco de Utrera. Foto: Quico Pérez-Ventana

 

– El maestro Manuel Marín ha afirmado durante la mesa redonda que su técnica se podía aprender en una academia, pero no su arte. ¿Está de acuerdo con lo primero?
– Sí, nos ha entrado la duda al oír eso. Todos hemos pasado por sus manos. ¿Que hay que perfeccionar los pies? Vete con Manolo Marín. Él, más que un intérprete, que sí que ha bailao y baila que no se puede aguantá, era un constructor de bailaores. Es un estudioso. El pie izquierdo lo tienes muy mal. A ver, enséñame la bota por abajo. Y en la suela veía un mapa. Claro, a nivel de técnica puedes construir una Sara Baras, un Canales, una Manuela Carrasco. Pero luego, cuando sale Manuela y hace así, o salgo yo andando con mi personalidad… Ese magnetismo es lo que no se puede construir.

– Entendemos, pues, que el baile flamenco se puede aprender en una academia, pero no el baile de Antonio Canales.
– No se puede. Es imposible. Porque es un baile visceral que he ido mamando desde pequeño. De cómo se ponía mi abuela, mi madre. Y luego lo he ido perfeccionando. En una academia se puede estudiar la técnica pura y dura, pero el baile de Antonio Canales es imposible. Ni yo mismo lo puedo transmitir. Ni siquiera a este chico que hace el Torero, Pol Vaquero. De verdad, me tiene cogido hasta el aliento. Es el que mejor lo clava, lo ha traído al siglo XXI. Yo he sido muy riguroso y muy fiel a la obra. Lo que era bueno hace treinta años, lo es ahora también.

 

«Nos quedamos sin esos intérpretes que son los que deberían estar dándole mucho al flamenco, porque les toca darlo, que para eso se han criado en esas cunas. Y ellos saben, no son tontos»

 

– ¿Cómo ve el momento actual del baile flamenco? De sus palabras durante el homenaje en el Tacón Flamenco me ha parecido entender que no le gusta por dónde van los tiros. O los pasos.
– No me gusta el momento actual. Hoy hay una disfunción, podríamos decir. Más que fusión, una confusión. Lo mío eran ganas, locuras. Era el momento de los años 80. Vivíamos la llegada de la democracia. Todo el momento cultural, el momento de la explosión, de la revolución. Pero hoy día no se trata de eso. No veo que vayan a compás ni siquiera los términos culturales o éticos con lo que está ocurriendo. Pasó con aquella obra de Salvador Távora, Quejío, que era el grito de los jornaleros, el sudor. Hoy día hay muchas cosas por las que gritar, por las que luchar. Hacer recapacitar, que el flamenco es un vehículo para ello. Y no veo ese compromiso con el vanguardismo o el lirismo. Veo un compromiso banal: yo, el ego sobre todo lo demás.

– Háblenos de los bailaores actuales. Alguno habrá que le emocione.
– No hay una persona o un espectáculo que haya roto con los cánones. Se decía que estábamos Antonio Ruiz Soler, Antonio Gades y yo como los tres Antonios. La época triantoniana. No es que después de mí no haya salido nadie. No, hay príncipes que están bailando muy bien como Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito, o Pepe Torres, de Morón. Hay raza, hay gente que aprieta bien, Gema Moneo… Pero luego hay un montón de gente que están ahí puestas y no dicen nada. Están en plena confusión, creo yo. Y además están aplaudidas y vitoreadas. Yo también tuve mi público que me seguía a todos lados. Me ponía en la cabeza un mostachón y me aplaudían igual. Ahora pasa lo mismo. Hacen lo que les da la gana y los correligionarios gritan olé. Y los demás nos quedamos… En vez de bailaores o artistas, están saliendo engendros. Por ejemplo, el trabajo de Israel Galván, que me ha apasionado toda la vida. Yo le he visto bailar cuando Mario Maya, le he seguido a mi Isra. De sus últimas obras me he tenido que salir, era insoportable lo que me quería decir. No me interesaba para nada. O Rocío Molina, en otra tesitura, hablando de premios nacionales. La conozco desde que era chica a mi cabezona. La he llevado bailando en mi compañía. Hicimos el homenaje a La Chana, bailó una cantiña con una bata de cola así en un circuito pequeño con Rancapino y dije: así me gusta verte bailar, mujer. En Bosque Ardora, que es lo último que le vi, llegó un momento en que me empecé a marear. Ya no sabía qué estaba viendo. Ya no la veo a ella, veo un engendro. No sé qué pretensiones lleva, no la entiendo. Faltan creadores de verdad, estamos en una época yerma y de barbecho en el mundo del baile flamenco, de la creación. Estamos muy parados. Y no creo que muchas de las cosas que hay vayan a tener solvencia ni continuidad. Se van a perder.

– ¿Y del flamenco, Antonio? El otro día nos decía José Mercé que si hablamos de flamenco jondo, jondo, jondo, pues está la cosa cortita.
– Está la cosa corta también. Ahí están el Purili, los Tomasa, el Boleco, que les he escuchao hace poco y me he quedao… Es como el oro en paño. Estamos todos atentos a ellos, porque ahí residen los genes, la tradición. La biblia se está quedando en sus manos. Pero saliéndonos de ahí, las cabras tiran para el monte. No se sabe qué están haciendo. El último disco del Arcángel, no sé qué ha pretendido un hombre con esa trayectoria y esa solvencia. No sé qué hace mi Estrella Morente cantando copla. No entiendo a Miguel Poveda haciendo de Luis Miguel cantando romances. Que sí, que tienes una gran voz, pero no eres Antonio Molina. No nos están dando nada nuevo. Ellos quieren con sus empresarios llenar estadios. No han podido convencer en Latinoamérica. ¿Por qué? No es Diego Cigala, que sí conquistó a su manera con Chucho y con Bebo. Este no ha llegado a conquistar ni Miami ni Latinoamérica ni nada, y yéndose al terreno de ellos. Mayte Martín, igual. Está andando por las ramas y no hace un disco como tiene que hacer una cantaora. No es que nos quedemos anclados en lo antiguo, yo no pienso eso. Creo que hay que traer el flamenco al momento de ahora, pero con la rigurosidad, con el sabor y con el olor. ¿Quién ha inventado cantes nuevos? Ni se atreven, ni se lo piensan. Se quedaron esos que hay y ellos andan revoloteando por encima. En el flamenco en general está la cosa cortita, para qué nos vamos a engañar.

– Se puede entender que aquella cante coplas y aquel romances para acceder a un público más amplio, ¿no? Quizá no haya tantos aficionados a lo jondo como para llenar estadios, perdone la indiscreción.
– Sí, van a oír La bien pagá. Pero nos quedamos sin esas voces y esos intérpretes que son los que deberían estar dándole mucho al flamenco, porque son a los que les toca darlo, que para eso se han criado en esas cunas. Y ellos saben, no son tontos. Pero como bien dices, hacen oídos sordos y van a lo suyo. Y eso para nosotros es terrible. No es bueno. No es sano.

 

«Cuando Rosalía explota en el Circo Price en Madrid, yo voy el segundo día y le digo: ¿dónde te estás colocando? ¡Estás como el Niño de Elche! Y me dice: maestro, no me confundas con ese, ¿eh?»

 

– ¿Usted está igual de harto que otros muchos aficionados al flamenco de que se hable tanto de la joven artista catalana? Incluso algún sabio de lo jondo la presenta como la nueva Niña de los Peines.
– Madre de Dios, están locos. Yo creo que la gente saca las cosas de contexto y de quicio. Yo la conozco a ella desde chica. Quería venir aquí al Tacón Flamenco de Utrera el día de mi homenaje, en el que actúan Remedios Amaya, Marina Heredia, Montse Cortés, Rafael de Utrera… Y le dije que no. Ha estado en Morón grabando toda la semana pasada. Ha llamado a la gente de aquí que más la critica para que le metieran las palmas. De torpe no tiene un pelo. Y los que tiene a su alrededor, menos. A Rosalía le gustaba el flamenco, cantaba lo que sabía hacer, imitaba a la Niña de los Peines, a Marchena. Pero nunca ha tenido fuste para eso. De repente la colocan con un pedazo de equipo detrás [El Guincho y la productora Canada] y crean un producto. Un producto pop. No es flamenco, lo que pasa es que ella tiene el giro aflamencado. Porque en España el ADN nos corre por la sangre. Como salieron en su momento las Azúcar Moreno, ¿no?

 

Homenaje a Antonio Canales. Teatro Enrique de la Cuadra, Tacón Flamenco de Utrera. Foto: Quico Pérez-Ventana

Homenaje a Antonio Canales. Teatro Enrique de la Cuadra, Tacón Flamenco de Utrera. Foto: Quico Pérez-Ventana

 

– Las Azúcar Moreno tenían su punto.
– Desde luego. ¡Solo se vive una veee…! Tenían esa cosa gitana, castellana. Mucho más arte que esta de aquí a Lima. Pero ella llega muy bien cuadrada para entrar en la sociedad. En esta y en América. Yo también he bailao en los Goya. El otro día coloqué el vídeo, fue una revolución. Pero ella salió en la Gala de los Goya en el momento preciso, con esa coral, ese orfeón. ¿De quién hizo la versión? De los primos de estas. Se veía la doble intención. Versionar a Los Chunguitos, nada menos. Cuando ella explota en el Circo Price en Madrid, yo voy el segundo día y le digo: ¿pero dónde te estás colocando? ¡Estás como el Niño de Elche! Y me dice: maestro, no me confundas con ese, ¿eh? Mira por dónde van los tiros ahora. Todavía no era esa del Malamente, la del videoclip.

A ver si se va a molestar algún artista con usted por decir estas cosas, maestro.
– No, a Rosalía cómo le va a molestar. Ella es una artista que va hacia otro lugar. Está por encima de ese rollo. Pero claro, es española. En España la forma de hacer es esa. Un niño, aunque haga rock y tenga los flequillos así de punta, cuando ve una paella o un jamón se le cae la baba como a un finlandés con el salmón. Eso va en los genes. Y aunque no ha escuchado en su vida a Marchena, escucha eso y dice que eso es mío, es de su propiedad. Ella ha sabido llegar en el momento preciso y tiene el poderío de creerse lo que está haciendo. Pero no creo que ella quiera ser flamenca ni creerse la Niña de los Peines ni . Y todos esos flamencos que la alaban de esa forma están superequivocados. Porque lo primero, que Rosalía no vende para ese público. Rosalía tiene ya millones de seguidores en todo el mundo y la gente que le lleva va en otra dirección. De momento va a hacer la próxima película de Almodóvar.

– En el Teatro Alameda le pidieron que cantara Malamente y dijo: «No, no, no, en la Bienal de Sevilla no». Eso al menos sonó respetuoso. No como el otro.
– Ella no, ella tiene otra cosa. Se agarra mucho al momento feminismo, el momento de la mujer per se. Si te das cuenta, todas sus coreografías están hechas por chicas. A los chicos los utiliza, como utiliza al que pasea de nazareno, al que va con la moto de torero. A los hombres los torea ella. Ella manda. Ella lleva las riendas. Ella se apoya en otros valores, otra inocencia. El otro petardo de Elche es un irresponsable, incoherente. No sé quién le ha dicho a ese hombre que canta, porque es que no sabe cantar nada. Rosalía no es que sepa cantar, en algunas cosas es agradable, pero este es desagradable siempre.

 

«Me tengo que empezar a acostumbrar a los homenajes. Mis compañeros me están diciendo: gracias, pero párate, no te vaya a dar un infarto»

 

– ¿Qué podemos hacer para que se respete más al flamenco?
– Habría que empezar por tomar en serio a los maestros. A los grandes artistas que ya cumplen una edad, que siguen en activo, que tienen la mente lúcida. Y lo digo en todos los ámbitos: en el periodismo, en la docencia, en todo. Porque somos los que podemos dar y explicar y decir cosas del camino que hemos pasado. Es muy importante que en las universidades conozcan a los escritores, estudiosos, flamencólogos. Que conozcan más el flamenco, que se acerquen más a esto. Y luego habría que hacer un centro flamenco nacional. No una compañía nacional de danza. El más parecido que hay es el de Cristina Heeren, pero no es un centro nacional, es solo una fundación. Nuestro patrimonio es el flamenco. Ha habido varios intentos, uno en Jerez, pero siempre fallidos. Se necesita un gran centro de documentación, de información, de eventos, de poder enseñar. Que haya un sitio donde nos podamos reunir todos, intercambiar ideas. Que los artistas puedan tener una vejez digna. Artistas mayores que no cotizan lo suficiente y que no pueden estar a los 67 años bailando, porque es hacer el ridículo. Cómo te quedas en casa con 420 euros. En fin, necesitamos esa casa grande del flamenco donde haya oportunidad para profesorado, maestros, escuela, trabajar en documentación. Que la gente se pueda reciclar allí, y que esté subvencionado por el Estado.

– Echemos la vista atrás. Su aportación al baile flamenco. ¿De qué se siente más orgulloso?
– Me siento orgulloso –y no me arrepiento de nada, ni de mi fracaso– de que desde pequeño lo que me gustaba era el baile. Y cuando me hice profesional, cada vez que podía invertía en coreografía. Mi mujer me decía que cuándo íbamos a gastarnos los ahorros para nosotros: «Te lo gastas todo en tus coreografías, en tu baile, en tu sueño». Como el niño que se construye un castillo o un scalextric, yo me compraba una coreografía que costaba una millonada y luego me llevaba cinco años pagándola. Todo eso pienso que deja un estilo, podríamos llamar, canalista. Una forma de ver la vida con sus consecuencias a través del baile, a través de la inversión, a través de ser empresario. Ahora ya me cuesta mucho más. Ahora, si me quiere pagar la Comunidad de Madrid la reposición de Torero, pues bienvenido sea. Yo pongo mi empeño, pero que lo paguen ellos. Porque otra vez disponer de sesentamiles y sesentamiles, y más como se ha puesto la cosa, pues es muy difícil. Estoy orgulloso de haberme echado de Reyes mis coreografías y mis deudas. Para demostrar un poco a los demás que se puede y que hay que luchar por lo que uno cree.

– Está bien que a uno le hagan homenajes siendo tan joven. Eso es atípico en el flamenco, ¿no?
– Es atípico, sí. El año pasado, con 56, me hicieron el homenaje en Madrid por el 25º aniversario de Torero. Cayó en mi cumpleaños, el 3 de diciembre. Estaban todos los artistas: Nacho Duato, Víctor Ullate, Matilde Coral, Joaquín Cortés… Yo pensé que me estaba muriendo. Me cantaron el cumpleaños feliz y vi bailar mi obra sin yo salir al escenario. Se me heló la sangre. Sudé más que bailando. Pero pensé: bueno, me tengo que empezar a acostumbrar. Siempre pedimos que los reconocimientos como el de hoy te lleguen pronto. Cuando yo me quede solo esta noche y piense en las palabras que me han dicho cada uno… Mi Manuel Bohórquez, que le amo, porque llevo 20 años queriendo convencerle de que le guste mi arte. Tenerlo a mi lado, a alguien que sigo, que leo, que releo. Estoy de acuerdo con él en unas cosas, en otras no. Nos reímos, nos matamos, hay un amor, una verdad en lo que hacemos. Estoy viviendo un sueño. Y mejor ahora que cuando me muera. Como la fundación que hizo Gades y funcionó cuando ya no estaba. Prefiero dejar mi fundación y yo viéndolo todo. Saliendo como Oscar Wilde a saludar. Y luego irme a La Puebla cada dos por tres a comer arroz, a reírme y a rajar. Hoy me decía Bohórquez: cuando tú digas que te retiras, verás el mito, la explosión. Mi madre también me dice: qué de homenajes, ¿te están retirando? No, no creo eso. Soy yo el que quiero disfrutar también de estos momentos. Esto de Utrera, la semana de la Isla… Mis compañeros me están diciendo: gracias, pero párate, no te vaya a dar un infarto.

 

Backstage del Teatro Enrique de la Cuadra, Utrera. Una hora antes de la mesa redonda de tributo a Antonio Canales. Tacón Flamenco de Utrera, 26 feb 2019. Foto: Quico Pérez-Ventana

Backstage del Teatro Enrique de la Cuadra, Utrera. Una hora antes de la mesa redonda de tributo a Antonio Canales. Tacón Flamenco de Utrera, 26 feb 2019. Foto: Quico Pérez-Ventana

 


Sevilla, 1969. Periodista andaluz de intereses etéreos y estrofas cabales. Tres décadas de oficio en prensa musical y cultural. Con arrimo y sin arrimo, para seres de cualesquier afecto.

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