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Con Alain Pérez en La Habana (y II): «Paco de Lucía tenía a todo el mundo esperando que fallara»

LOS ELEGIDOS (I). En esta segunda entrega, el bajista cubano Alain Pérez evoca las giras con Paco de Lucía, en las que pudo descubrir su altísima exigencia, su generosidad y también algún momento difícil. «Vivía bajo una presión tremenda», dice.


El mediodía avanza en la terraza de la casa habanera de Alain Pérez. El músico, por lo general muy expresivo en todo lo que dice, lo es aún más cuando se trata de recordar al maestro que lo consagró en el flamenco. En febrero de 2024 se cumplirán diez años de su desaparición, y Alain participará junto a una treintena de compañeros en el Festival Legacy, que le rendirá homenaje durante toda una semana en Nueva York. Allí tendrá ocasión, una vez más, de rememorar todo lo que aprendió al lado del guitarrista más grande de todos los tiempos. Pero ahora le pedimos que comparta alguno de esos recuerdos.

 

  

– ¿Fue difícil montar un repertorio tan consolidado con tanta gente nueva?

– Fue difícil, porque veinte o veintitantos años juntos había hecho una familia. Se miraban y ya se lo decían todo, se reían al mismo tiempo… Pero eso se fue creando poco a poco con nosotros, y después de cuatro o cinco años Paco también se acostumbra al sonido nuestro. Eso fue lo más complicado, que él aceptara, porque al principio estaba un poquito renuente al sonido de nosotros, a la forma mía. Por ejemplo, él alguna vez me dijo: “A ver, por qué no tocas con púa”. Y yo le decía que no iba a tocar con púa. “Maestro, tú viste a Carles Benavent tocar 25 años con púa, y yo como Benavent no voy a tocar nunca en la vida porque no vengo de ahí”, ¿entiendes? La púa tira para otro lado, pide otro contexto, otra forma, otras maneras. “Vamos a tocar, vamos a caminar, yo voy a caminar diferente. Y él lo aceptó. Imitar a Carles para mí era imposible.

 

– No se trataba de eso, además, ¿no? Si le había llamado a usted, era para que aportara su toque…

– Es lo que te digo. Pero Paco con los años fue interiorizando aquello y cada vez le gustaba más, le gustaba más, hasta el punto de confiarme el último disco, Canción andaluza. “Alain, hazme este arreglo…”. “Alain, cámbiame la armonía…”. ¡Ese tipo que no le daba nunca el balón a nadie, a nadie! El tema Señorita que canta Óscar d’Leon tiene arreglos míos. Y después me pidió: “¿tú me puedes rearmonizar las coplas aquí, porque quiero otra armonía, para que suene contemporáneo y tú tienes cabeza para eso?”. Y me mandó dos coplas. Les cambié las tensiones, los colores. Y cuando las escuchó me dijo: “Te voy a mandar dos más”. Dios mío, yo no sabía dónde iba a poner los dedos para buscar un acorde que le gustara a ese hombre. Fue muy bonito, luego cuando vino para Cuba era un deseo que tenía que cumplir, y ya después de eso, murió…

 

– Él tuvo una actuación memorable aquí, en Cuba, ¿no?

– Él vino muchas veces aquí, pero conmigo, Piraña y los demás, también…

 

– ¿Es cierto que Paco tenía el proyecto de quedarse a vivir aquí, al menos una temporada larga?

– Estaba viviendo aquí, de hecho. Llevaba como tres meses, en diciembre, enero y febrero. Tocamos en el Carlos Marx, que es la actuación a la que te referías antes.  

 

 

«Paco de Lucía nació con el aura. Hay músicos muy buenos, pero ¿artistas? Hay tipos que ponen todas las notas, pero hay quien va más allá. Cuando Paco ponía el primer pie en el escenario, ya era otra persona. Con Celia Cruz, con quien también trabajé, pasaba igual. Y el compromiso ese, esa honestidad…»

 

 

– ¿Y dónde vivía aquí en La Habana?

– Por allí por Siboney, en un barrio residencial allá. Y los niños estaban en la escuela en el Liceo Francés, se alquiló una casa y estaba supercontento. Paco quería siempre huir del personaje, de la fama y de todo aquello.

 

– ¿Usted lo frecuentó los tres meses que estuvo aquí?

– Yo estaba allá [en España], pero estaba pendiente de él porque lo había puesto en contacto con una familia que lo atendía en lo que pudiera hacerle falta. Salió a ver varios grupos, como a los Van Van, le gustaba ver a las orquestas en vivo. Una vez me llamó y yo creía que me iba a decir “Alain, no soporto ni un día más en Cuba”, pero al contrario. Me dijo: “Acabo de ver a los Van Van y son increíbles, dieciséis músicos tocando todos con una cadencia que…”. Tenía esa humildad de querer ir, aprender, de bajar la cabeza para seguir sintiendo, ¿me entiendes? Todo eso del artista genuino, él lo tenía.

 

– ¿Se adaptó bien, entonces?

– Sí, solo se molestaba porque en aquel momento el Internet no estaba todavía bien acá, estaba empezando, y le preocupaba mucho estar incomunicado. Y fíjate el detalle que tuvo. Visitó mi pueblo, en Trinidad. Él no me lo dijo, pero dijo que quería ver dónde había yo nacido. Lo hizo todo de incógnito, nadie se enteró, y la mujer me mandó las fotos.

 

– Aquí no tuvo tiempo de juntarse con más músicos, ¿verdad?

– No, ya te digo que estuvo diciembre, enero y febrero, y el 27 de febrero murió. Se fue para México, él había dejado de fumar, lo dejó así de cuajo, lo cortó de remate, y entonces dicen que estaba bastante alterado. Pero Paco estaba fuerte, asere, tenía un físico…


– Usted ya sabía lo que era una gira mundial de esa envergadura, ¿no?

– Yo había salido con Isaac, con Irakere, viajamos bastante, toda Europa, Japón, toda América… Pero claro, con Paco era el doble, era el año entero. Era mucho tiempo fuera de casa, y yo empecé joven con Paco, tenía 26 años ahí. Yo no había tenido antes la ambición de “quiero tocar con fulano”. No, yo quería tocar flamenco. Me fui a vivir con ellos, para pensarlo, para sentirlo. Y después a interiorizar el lenguaje de ellos, la manera de estar, que es muy importante. No puedes ser flamenco si no sabes estar.

 

– ¿Y usted cree que le ha quedado algo del flamenco en su música? ¿Qué huella le ha dejado?

– Todo, hay muchísimas cosas: huellas melódicas, huellas de forma, hasta cantando. A la hora de conseguir un arreglo en las orquestaciones me salen rasgos melódicos en forma rítmica que ya no son tan, digamos, tan salseras. La forma del trasteo del flamenco, por ejemplo, tú haces pa pa, paaaa… [entona una melodía], eso es cubano. Pero haces dadi, dadiiii, dadii, dadi… [otra melodía], ese fraseo ya tiene que ver con el cante.

 

– ¿Qué otros bajistas o guitarristas le interesan ahora, que estén haciendo cosas dignas de atención en España?

– Diego del Morao por supuesto, es indiscutible. Me gusta mucho. Y luego está Yerai Cortés, Antonio Rey, por supuesto, está tocando increíble, estuve con él hace poco. Y bajistas hay unos cuantos. El Popo me gusta como toca, hay muchos, soy terrible con los nombres… Yo lo que no quise nunca fue imitar al guitarrista. Eso a mí nunca me ha llamado la atención, me gusta tocar como un bajista. Indiscutiblemente tienes que usar formas de armonía, de mano derecha y eso, pero imitar al guitarrista no me gusta, o sea, no me nace, yo vengo de otra cosa.

 

 

«Él tenía problemas con las frecuencias graves del bajo. Y yo tenía que tocar con un volumen mínimo para mí. Llegó un momento en que yo no me escuchaba ya. “Maestro, este problema que hay con el bajo y los monitores, ¿pasa con otros guitarristas?”. Y añado sin maldad: “¿pasa con Vicente Amigo, por ejemplo?”. Y él pensó que yo lo estaba comparando, o tenía cruzado a Vicente Amigo esos días, o lo que sea. Y me tiró misiles»

 

 

– En cierto modo es como si estuviera subordinando el bajo a la guitarra, y no se trata exactamente de eso, ¿no?

– En los bajistas nuevos hay gente que toca, para mí, demasiada guitarra en el bajo. Están bien, están increíbles, pero distorsiona un poquito la voz del bajo, es una forma de travestirlo. Colina, por ejemplo, toca con el contrabajo una melodía, ¡y suena flamenco!

 

– ¿En qué anda ahora usted? Vimos sus grabaciones durante la pandemia, pero, ¿hacia dónde se dirige su música?

– Yo estoy haciendo música todo el tiempo. Yo vine para Cuba porque quería hacer mi música cubana, ¿me entiendes? Porque la música cubana en España no se da, esa cosecha siempre se pierde. Fíjate lo que te estoy diciendo: yo soy el productor de Habana Abierta, del disco Boomerang, pero yo vengo de la música bailable cubana también. Y en España, si no hacías lo de Buenavista Social Club, no hay relevancia, no interesa, porque allí lo que pegó fue el Buenavista. Pensando en el flamenco, ahora está muy contagiado de la música cubana, los flamencos están tocando timba, están tocando salsa… La Niña Pastori está tocando salsa, y tiene a tres músicos cubanos en la orquesta. Y en el último disco de Poveda también soy el productor, lo traje aquí el año pasado por el 12 de Octubre… Lo cierto es que vine a Cuba para eso, allí la ayuda no se me estaba dando. Lo que yo quería decir, las canciones de mi padre, aportar humildemente a la estética de nuestra música popular, el son, la evolución, la timba, todas esas cosas… Quería hacer eso. Y regresé a mi tierra, porque bueno, aquí está mi hábitat natural, mi energía natural para poder expresarme.

 

 

El bajista cubano Alain Pérez, en La Habana, otoño 2023. Foto: Renata de la Cruz

 

 

– Aunque podría vivir en cualquier lugar del mundo…

– Es un momento de mi vida en que lo que quiero es eso, a lo mejor mañana me vuelvo loco y me mudo a Alaska, pero uno tiene que estar donde siente, asere. Pero voy a España y la gente me quiere ahora más que nunca, y yo soy más gitano, más flamenco y más español que nunca, también, porque la distancia lo que hace es fortalecer. Cuando hay sentimiento de verdad, en la distancia se fortalece eso. Yo como solista tengo ya cinco o seis discos, me he basado en las canciones de mi papá, en mis arreglos, mi forma. Pero también mantengo, tú sabes, la formación de latín jazz, tengo un trío con Piraña y Caramelo, tocamos en Recoletos el mes pasado y tenemos que grabarlo. Y tengo pendiente también grabar mi nuevo disco, estoy buscando a ver cómo, porque el negocio de la música cambió. Ahora todo el mundo es independiente, pero hace falta dinero. Si te vas con una discográfica, la discográfica se queda el máster, pero todos los músicos queremos ser dueños de nuestro máster… Lo que no tenemos en Cuba es industria, está fatal.

 

– ¿Se descompuso del todo la industria cubana, que tantos talentos ha tenido?

– Aquí no hay nada, hay que hacer magia, porque no tenemos industria. Es increíble, el Ministerio tiene que contar esto ya. Por un lado se ha ido muchísima gente, por otra meten a todo el mundo en el mismo saco, y no puede ser así tampoco. Pero ahora mismo, después del Covid para acá, este país… Bueno, lo poquito que teníamos todavía… Estamos en un momento loco de cambio, de ver qué bolá, pero tiene que cambiar de alguna forma porque aquí así no se puede estar. Es un país muy rico, con un talento increíble, pero yo tengo más público ahora en Madrid que en La Habana, ¿cómo te lo explicas?

 

– Volviendo a Paco, quería pedirle que recordara alguna anécdota del maestro, porque supongo que tendrá muchas…

– Sí, Paco hizo una cosa conmigo increíble, que yo recordaré para siempre. Cuando yo empiezo en la banda con Paco, tenía pasaporte cubano todavía, yo no era español, ¿entiendes? Y el mánager le dice, vas a tener problemas con ese tipo, tú verás que no le van a dar la visa… Porque era el tiempo de lo de las Torres Gemelas. Y Paco dice “yo voy con él, tranquilo, es un problema mío, yo voy con él…”. Efectivamente, una semana antes de arrancar la gira no me daban la visa, ni cita me daban. Y con Paco ya habíamos ensayado, ya teníamos todo. Había una empatía superlinda desde el principio. Pero con la situación mía me dijo, con esa onda andaluza: “¿Sabes qué? Se van a cagar ahora los gringos estos, tú verás. Les voy a cancelar la primera semana, que era la de Estados Unidos, y luego la de Canadá. Cuando ellos vean que están perdiendo dinero, te van a tener que dar la visa”. Pero claro, perdía dinero él también.

 

– Pero funcionó…

– Le habían ofrecido que me sustituyera John Patitucci, le habían ofrecido una pila de gente, y él dijo: me voy con Alain. Muchacho, el tipo canceló la primera semana, y yo estaba yo con una vergüenza de madre, era la oveja negra con los músicos, ¡perdiendo dinero todo el mundo! Y bueno, ya tenía la visa de Canadá. Bueno, vamos para Canadá, empezamos por allí. Eran como cuatro o cinco conciertos, pero cuando llegamos, ya tenía yo un bajista allí al lado mío, por si acaso no seguía yo en Estados Unidos. Hasta que Ana Palacios, la ministra de Exteriores en aquel momento, le debía no sé qué favor a Paco, y estaba allí en no sé qué puesto. “A mí no me gusta hacer estas cosas, pero la voy a molestar”, dijo Paco. Él era muy reservado para todo, y yo estaba en una situación ahí de de tensión, de vergüenza, así que cuando iba al concierto te puedes imaginar, ponía ahí la vida. Luego estamos en el aeropuerto, y viene Paco y me dice: “Alain, nada”. ¿Cómo que nada, Paco? “Nada, esta gente no te da la visa… ¡Nooooo, que la tenemos ya!”. Y todos muertos de risa, me cargaron… Imagina la honestidad de tipo, la integridad del tipo: tú te vienes conmigo aunque perdamos dinero. Y aparte no estábamos hablando de 5000 pesos, ¿me entiendes? Sino de 5000 dólares.

 

– Y los nervios que él tenía siempre antes de actuar, ¿los vivía el resto del grupo? Porque a veces se ponía malo, en Sevilla siempre…

– Era muy sincero, muy sincero, tan honesto con él, consigo mismo, que se volvía exigente. Es un tipo que con 25 años ya puso un récord mundial, y se pasa la vida superándolo o al menos saltando lo mismo. El nivel de exigencia de Paco era el de un perfeccionista, el de un músico clásico, pero con la sangre de la calle, del flamenco. Eso es muy bonito, asere, porque para mí eso es una educación, y se convierte como en una ley. Hay que ser exigente con uno mismo, y tienes que tratar de ser el mejor. Esa idea aquí, en Cuba, se perdió mucho.

 

 

«Yo soy el productor de Habana Abierta, del disco Boomerang, pero yo vengo de la música bailable cubana también. Y en España, si no hacías lo de Buenavista Social Club, no hay relevancia, no interesa. Pensando en el flamenco, ahora está muy contagiado de la música cubana, los flamencos están tocando timba, están tocando salsa…»

 

 

– Cuando actuaba en España, ¿Paco sufría más que en otros lugares del mundo?

– Se ponía muy nervioso en España, ¿oíste? Tenía a todo el mundo esperando a que fallara.

 

– Me atrevería a preguntarle, siquiera a micrófono cerrado, si tuvo alguna mala experiencia con él.

– Paco se molestó un día conmigo, en Canarias. Se le cruzaron los cables conmigo de madre, y…

 

– …Le lanzó los rayos aquellos que tenía en la mirada.

– Me tiró misiles. Él tenía problemas con las frecuencias graves del bajo. Y yo tenía que tocar con un volumen mínimo para mí, pero a veces a lo mejor tenía un mal día y le molestaba. Y llegó un momento en que yo no me escuchaba ya. Y por supuesto, vamos al camerino, porque uno se siente mal. Pero le pregunto, ”maestro, este problema que hay con el bajo y los monitores, ¿pasa con otros guitarristas?”. Y añado sin maldad, “¿pasa con Vicente Amigo, por ejemplo?”. Y él pensó que yo lo estaba comparando, o tenía cruzado a Vicente Amigo esos días, o lo que sea, y yo no me di cuenta. Y cuando sube al escenario para el segundo pase, yo todavía en la onda del usted qué piensa, qué cree, me dice, “¡súbete!”, bueno, y yo subo. “¡Súbete más!”. Al tipo se le cruzaron los cables de verdad conmigo. Yo no pensaba en lo de Vicente, como que lo había puesto en juego, a comparar, y a mí tampoco me gusta comparar una cosa con otra.

 

– Pero el daño estaba hecho…

– Pero este cuento va a más. Cuando ya se acaba, estaba chillando y diciendo cosas de mí, se enfadó pero bien, y se metió en el camerino. Y la gente me decía, “no vayas, no vayas”. Era como que Dios estaba enfadado. Pero, ¿por qué no iba a ir? Ya teníamos confianza y fui a preguntarle, “Paco, ¿qué pasó?”. Y la respuesta fue que yo lo había comparado con Vicente Amigo. “Yo no te he comparado con Vicente, asere, estaba hablando de una cosa técnica, no quiero que te sientas mal por nada”. Al otro día todo el mundo seguía con el silencio ante Dios. Éramos una familia, eso sí: Paco nunca se separó de nosotros. Nunca hizo diferencia. Cenamos juntos, salíamos juntos, estaba siempre pendiente. Era un líder. Pero ese día nadie hablaba, todo el mundo cortado. Paco sentado: él siempre a la hora de comer compartía todo, “prueba eso, prueba lo otro”, era muy campechano, muy padre. Entonces hizo eso, me dio a probar una cosa, y se rompió la tensión esa.

 

– Se ha hablado mucho del Paco centrocampista, repartiendo juego, pero también poniendo caras amables o terribles según marchaba el concierto…

– Cuando la cara era buena, un vacilón, pero cuando no… Yo tuve suerte. El Piraña sufría más que yo [risas]. “¡Piraña, cuando tocas fuerte te subes, y cuando bajas, te vas para atrás! Toma la campana esa, mira, ¡no se mueve tiempo, el tiempo no se mueve!”

 

– Es que Paco sabía mucho de tiempo…

– Es así, asere, y el día que ya aquello estaba fluyendo, que estábamos todos flotando, era gloria. Porque tienes que tocar siempre con la voz de la guitarra, y todo es una capa fina acompañando, una capa de energía, pero siempre en función de él. Y tenía su genio, cojones.

 

– Había pasado mucho, también, ¿no?

– Sí, había pasado mucho. Pero hay algo muy importante, y es que él nació con el aura. Hay músicos muy buenos, pero ¿artistas? Hay tipos que ponen todas las notas, pero hay quien va más allá. Cuando Paco ponía el primer pie en el escenario, ya era otra persona. Con Celia Cruz, con quien también trabajé, pasaba igual. Y el compromiso ese, esa honestidad…   

 

– ¿Le pusieron alguna vez a Paco algún pero ideológico, como se ha dicho por ahí?

– Él era muy discreto con eso, pero al contrario, le querían dar hasta la nacionalidad cubana, la Medalla de la Cultura, qué sé yo. Estaban muy contentos de que viviera aquí en Cuba, estaban muy contentos de tenerle aquí.

 

 

→ Ver aquí la primera parte de esta entrevista.

 

 

El músico cubano Alain Pérez, durante su entrevista con Alejandro Luque en La Habana, otoño 2023. Foto: Renata de la Cruz

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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