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Pepe Torres, bailaor

El artista de Morón, bailaor favorito de muchos, reflexiona en esta entrevista sobre sus orígenes, metas, conceptos, inspiración y el inevitable miedo que se ha instalado en las mentes de intérpretes de todo el mundo. «Hoy en el flamenco lo que necesitamos es verdad», dice.


Si empiezas a preguntar por ahí, te puede sorprender que el modesto y comedido Pepe Torres (Morón de la Frontera, Sevilla, 1978) es el bailaor favorito de muchos. Su serena presencia flamenca hace de puente entre la elegante zona clásica del baile, y un punto futuro al que otros quieren llegar mediante un alocado virtuosismo y fuegos artificiales. Pero la voz dentro de tu cabeza dice: no, el camino no es ese… El flamenco está por encima de todo eso.

En el texto que sigue a continuación, Pepe explica detalladamente de dónde viene, sus metas, conceptos, inspiración y el inevitable miedo que se ha instalado en las mentes de intérpretes de todo el mundo.

 

Comienzos

Todos los recuerdos que sustentan mi niñez alrededor del flamenco fueron y son los motivos para saber que esta era mi vida y lo que yo quería hacer. No hay mayor regalo que sentir y vivir de lo que te apasiona.

Ya con tres o cuatro años me subían a una mesa en mi casa y me cantaba mi madre, mi gente. Tú sabes, en una casa gitana es muy común que a los niños se les haga compás y venga, ole con ole esas manos… Otra cosa es que bailara bien o mal [se ríe], pero yo creo que nací para bailar, porque desde que tengo uso de razón ya me gustaba. Más tarde, pues, yo bailaba en las fiestas de casa de forma autodidacta hasta que ya un poco más adelante, muy niño todavía, empecé a formarme y a aprender de todo lo que me llenaba, y con doce años hacía mis primeras cositas. El baile lo llevo dentro desde que me alcanza la memoria.

 

«Lo que yo hago puede ser mejor o peor, pero sí puedo decir que lo que hago yo se llama flamenco»

 

Nunca nadie me dijo tú tienes que dedicarte a esto, nunca. Soy más vivencial, no he pasado por muchas academias. Es más una cosa de mirar mucho, de partirme la cabeza estudiando, ¡muchas horas, muchos años!, viviendo el arte de una forma emocional, que cuando veía a alguien bailar bien, me temblaban hasta las piernas. Aconsejo a la nueva cantera que se preparen, el conocimiento no ocupa lugar, pero que también se preparen a nivel de vivencias. A nivel de saber estar entre flamencos y saber escuchar, disfrutar y aprender de los demás.

Me inspiré siempre en el arte de mi familia, porque tenemos la guitarra con nuestro tío Diego del Gastor, que es nuestra seña de identidad. Pero también en mi familia ha habido grandes bailaores y cantaores, como es el caso del tío Pepe Ríos, un gran maestro al que tuve la suerte de ver en fiestas familiares, el baile de mi tío Andorrano, el de mi tía la Niña Amparo, que fue artista en el Guajiro junto al Farruco, Rafael el Negro y Matilde Coral en los años 50. Toda esa forma de bailar me influyó mucho, es la fuente donde bebo, y también mis primos Ramon Barrul y Juana Amaya hicieron que me enamorara aún más del baile.

Luego ya empiezo a mirar muchísimas cosas que quedaban por aprender, que es una asignatura de por vida.

 

El pequeño Pepito, con su abuelo Luis Torres Joselero. Foto: Pepe Lamarca

 

Las fiestas

La fiesta es de dónde venimos y adónde vamos. En mi casa en Morón siempre ha habido muchas fiestas, qué bonito era eso. Llegaba la Navidad, e íbamos de casa en casa, había una unión muy bonita. Cuando vivían mis abuelos, había un movimiento de artistas, aficionados y extranjeros, y siempre momentos de fiesta. Luego, al lado de mis tíos, he estado en muchas, como la primera vez que me llevó mi tío Andorrano a la Candelaria, que estaba Pedro Bacán, la Cañeta, Manolo Mairena, Manuel Moneo, y más tarde, pues, muchísimas veces hemos estado con Gaspar de Utrera, hemos amanecido con Fernanda y Bernarda por esa avenida de la feria, to’s cantando y bailando. He vivido muchos momentos increíbles con esa generación, con esos maestros que ya faltan, y los de ahora. Aunque ahora hay menos momentos así, es verdad, porque la vida ha cambiado. Pero cuando nos juntamos en Triana o en Morón, o cualquier sitio, llegado el momento, estamos y aprendemos y nos divertimos mucho. La fiesta hace falta, es la convivencia.

 

Improvisación

La improvisación es primordial para que todos podamos volar libres. Improviso en un 80 por ciento, diría yo, pero no creas que el otro 20 por ciento no es nada, son muchas horas de ensayos solo, y con los compañeros, y mucho tiempo de creación en la cabeza, de lo que quieres contar y expresar. Sobre todo, cuando es un espectáculo tuyo de hora y media, hay muchos meses de trabajo. Luego una vez que salgo a bailar, la improvisación es necesaria, dentro de un esquema, un orden y un hilo conductor que es el flamenco.

 

«Ahora mismo, si tengo que ir a bailar a algún sitio siento un poco de miedo, la verdad. Pero aparte de que necesitamos trabajar para poder sobrevivir, me siento con la obligación de ir por el flamenco que tanto me da, y es mi vida»

 

Afición al cante

De mi abuelo Joselero tengo su genética, los recuerdos de su calor como el de un padre que fue para mí, porque yo era muy niño cuando él se fue. Pero vivir con él seguro que me caló en mi gran amor al cante a esa edad. Yo creo que los niños lo absorbemos todo de una forma increíble. Yo tengo su voz metida en mis sentidos. Mi abuelo Joselero es mi debilidad, y cada vez que pasan más los años más me gusta y más me hace falta escucharlo cantar y hablar.

Mi familia de los Torres son de La Puebla y de Osuna, una familia cantaora. Por parte de mi abuela, los Amayas de los negros de Ronda, todas estas cosas supongo que me han influido en que me guste tanto el cante. También me apasiona desde niño el cante de Perrate, Juan Talega, Manolito de María, Fernanda, Camarón, Chocolate, Tomas Pavón, Pastora… Era un poco un niño viejo [se ríe], no pegaba eso pa’ tan chico como era.

 

El bailaor Pepe Torres. Foto: Estela Zatania

 

…Y a la guitarra

La guitarra es mi pasión también, pues pasaba seis o siete horas diarias escuchando a mi tío Diego de Morón [sobrino de Diego del Gastor, hijo de Joselero], porque yo he vivido siempre en casa con él. Me acostaba y me despertaba escuchando una guitarra, a él le debo el amor y el respeto que le tengo al instrumento. Cuando estás enamorado tanto del baile, la guitarra y el cante, pues todo esto 24 horas en la cabeza se convierte ya en un martirio [se ríe], y porque no hay más horas al día, si no…

 

La influencia de los grandes

Yo muero con el arte de Anzonini, Paco Valdepeñas, Andorrano, Funi, Marsellés, el Mono… El arte festero. Y además de ahí se aprende mucho y me han inspirado siempre. Los adoro.

Con el maestro Manolo Marín estuve un tiempecito, muy niño. Con él aprendí cosas que me han servido en mi aprendizaje, pero el maestro presencial que más me ha calado de por vida fue Antonio Montoya ‘Farruco’, con el que tuve la suerte de  dar clases. Yo sentía y siento devoción por Farruco ya desde antes de ir a buscarlo para que me diera clases. Siempre fue para mí, y lo será, algo muy grande.

Y con el baile de Rafael el Negro también muero, cada día me gusta más y trato de aprender de su forma de bailar y estar en el escenario, el arte puro de Triana, elegante y muy gitano. Me han inspirado muchos artistas, casas bailaoras como las de Angelita Vargas y su familia, Manuela Carrasco y su familia, pero si tengo que decir así rápido tres bailaores que he seguido mucho, son El Tio Farruco, Ramón Barrul  y Juan Ramírez.

Con mis primos, que somos como hermanos, vivimos todos juntos en la misma calle. Mi tío Andorrano, aunque está retirado hace años del mundo profesional, está ahora cantando mejor que nunca, con la voz entera con el conocimiento que dan los años y las vivencias. En familia le podemos sacar un cante por seguirilla del Loco Mateo, o cosas de su padre Joselero, o de Juan Talega, o por bulerías. Dice la gente que alguna vez hago cosas en el baile que me parezco a él. Yo lo adoro, como artista es mi guía. Él fue el que me sacó la primera vez en un fin de fiesta en un Gazpacho siendo un niño, y me cantó el Pele. Más tarde, después de los Gazpachos de Morón, nos íbamos a un campo en la Mata a las afueras de Morón donde seguía la fiesta toda la noche con Gaspar de Utrera, Fernanda… Una mañana amanecimos con su cante, el toque de Diego de Morón y el baile de Juana, la hermana de Pepa de Utrera. Cosas que no se olvidan en la vida.

 

«Todos los recuerdos que sustentan mi niñez alrededor del flamenco fueron y son los motivos para saber que esta era mi vida y lo que yo quería hacer. No hay mayor regalo que sentir y vivir de lo que te apasiona. El baile lo llevo dentro desde que me alcanza la memoria»

 

Farruquito

Hablar de Juan Farruquito es hablar de un genio del baile, y lo que haga está tocado por la varita, como solemos decir. He trabajado con él hace ya casi 20 años. Recorrimos Estados Unidos en una gira maravillosa. Y las veces que he tenido la suerte de compartir escenario con él, he aprendido mucho de su baile y de su persona. Para mí ha sido una alegría estar con un artista que siempre admiré desde niño, que ha influido en mi generación y en los niños de ahora más jóvenes, en todos nosotros los flamencos, nos mantiene arriba la ilusión y la fe en este arte.

 

Son de la frontera

La gente me pregunta qué pasó con Son de la Frontera (grupo musical fundado en 1998). Eso fue un proyecto muy bonito, trabajamos muchísimo, estuvimos en festivales nacionales e internacionales importantísimos, conocimos a grandes músicos, grabamos dos discos, nos dieron bastantes premios –al disco, a los directos, nominación a los Grammys Latinos, mejor grupo flamenco del año por la BBC–, actuamos en teatros muy importantes como el Royal Albert Hall, recorrimos el mundo desde Sudamérica, Estados Unidos, Europa y España, adonde íbamos, la gente vibraba. Yo creo que veían y sentían cómo disfrutábamos en el escenario. Entramos en el mundo de las discográficas con Nuevos Medios. Mario Pacheco, en paz descanse, hizo mucho por nosotros. Fue un tiempo intenso de mucho trabajo, promos, conciertos, ruedas de prensa, algo así como ocho años.

 

El bailaor Pepe Torres, con Vicente Amigo. Foto: Archivo Pepe Torres

 

Compañía propia

Desde 2004, empiezo a hacer espectáculos de gran formato en Francia, España y Estados Unidos, donde presenté en Nueva York mi espectáculo gracias a Nina Menéndez en el Festival Flamenco Gitano, El baile flamenco de Pepe Torres. Un equipo de quince personas entre músicos, artistas invitados, más técnicos de sonido e iluminación. Con espectáculo propio he estado en festivales como el de Jerez,  Nimes, Mont de Marsan, Albuquerque, Suma Flamenca en Madrid… La lista es larga. Ahora bien, si hablamos de una compañía en el concepto de estar apoyado por instituciones, tener la ayuda económica para poder llevar a cabo espectáculos más grandes y más costosos, pues no he tenido nunca ayuda de ninguna institución para consolidarla y mantenerla. Todo lo que hemos hecho es autoproducción. Pero sí, me gustaría poder contar con las ayudas para poder hacer espectáculos y ofrecer al mundo todas mis inquietudes y mis ideas.

 

La vanguardia

Como profesional de esto, estoy al día más o menos de todo lo que acontece en el mundo del baile flamenco. Otras tendencias no las sigo tanto, la verdad. Hay cosas que me gustan más y otras menos, pero siempre dentro de mis gustos personales, y desde el respeto que merece toda persona que es artista y entrega su vida al  arte. Yo nunca me atrevería a hacer algo que esté fuera de lo que yo conozco o siento, estaría engañándome a mí mismo y al público, y hoy, en el flamenco lo que necesitamos es verdad. Yo seguiré luchando por aportar al baile mi granito de arena dentro de lo que yo hago, que puede ser mejor o peor, pero sí puedo decir que lo que hago yo se llama “flamenco”.

 

«Cuando estás tan enamorado del baile, la guitarra y el cante, pues todo esto 24 horas en la cabeza se convierte ya en un martirio, y porque no hay más horas al día, si no…»

 

¿Tablao o teatro?

Depende del momento. El tablao es el día a día. Llevo toda mi vida trabajando en tablaos, sobre todo en Los Gallos en Sevilla, que ha sido como mi casa y que es donde, noche tras noche, me he medido a mí mismo y he aprendido mucho con todos los compañeros. El tablao te pone las pilas, por eso su importancia. Aparte de como medio de vida, para los artistas es un medio de crecimiento artístico. Pero en el teatro existe una magia especial, una expansión, donde te puedes mover por el escenario, donde trabajas para otro público, es otra atmósfera. Pero sin duda, existen momentos mágicos tanto en un sitio como en otro.

 

La crisis de la Covid

Si no bailo, me falta algo. Por eso, ahora con esto que estamos viviendo es difícil a nivel emocional, porque el baile es mi vida.

Este año 2020 se presentaba genial, con siete festivales de verano cerrados, una gira en Japón, y en septiembre íbamos a estar en el Festival 3×4 de Fernando González Caballos, donde íbamos a bailar una noche Farruquito, José Maya y yo, y otra noche Juan de Juan, Jairo Barrul y yo. Pero con esta situación de la Covid se paró todo. Espero que se puedan retomar todas estas cosas más adelante.

Ahora, vamos a estar en la III Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque, donde estaré con los Pañeros y la familia Canela el día 10 de octubre. A finales de octubre también tengo cerrada una cosa muy interesante en Madrid, pero dependemos todos de lo que vaya aconteciendo.

Estoy desconcertado. La incertidumbre sanitaria es muy dura, las personas que se están yendo, y se pregunta uno qué hacer, ¿cómo cuidarte y cuidar a los demás? También me preocupa a nivel de salud mental y espiritual. ¿Qué pasará con el mundo de la cultura? Tantos compañeros que viven de esto, que están sin trabajar, y lo peor es que no sabemos cuándo se volverá a la normalidad.

Espero que tengamos la capacidad de adaptarnos a los tiempos. Yo estoy dando clases online para Japón desde que empezó la pandemia, porque ahí tengo muchos seguidores y sienten lo que yo hago, pero todavía es pronto para llegar a conclusiones.

Sueño cada día con que las cosas vuelvan a su cauce. Jóvenes valores que se les ha parado también ese proceso artístico. Tenemos que luchar todos por el flamenco, y no caer en la desilusión, porque la alegría es fundamental para la creatividad. Estoy intentando aprovechar este tiempo en que estamos más parados para preparar un espectáculo que me gustaría presentar para el año que viene si la salud y esta situación lo permiten.

Yo, ahora mismo, si tengo que ir a bailar a algún sitio, pues siento un poco de miedo, la verdad. Pero aparte de que necesitamos trabajar para poder sobrevivir, me siento con la obligación de ir por el flamenco que tanto me da, y es mi vida.

Imagen superior: Diego Gallardo

 

El bailaor Pepe Torres. Foto: Ana Palma

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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