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Santa Cecilia, la respuesta gaditana a Granada 1922

El libro 'El concierto de Santa Cecilia. Cádiz 1922-2022' (Diputación de Cádiz), de Javier Osuna, Manuel Sánchez y Ramón Soler, recoge la recreación histórica del legendario concierto impulsado hace cien años por Manuel de Falla en su ciudad, en el que participaron los hijos de Enrique el Mellizo y que fue reinterpretado en 2022 con David Palomar y Jesús Méndez


En una comunidad como la andaluza, en la que hasta un pueblo pequeño puede contar con un buen teatro, no se explica que algunos espectáculos valiosos vean reducida su vida al día del estreno. Es demasiado esfuerzo, demasiado tiempo y talento invertidos, para no encontrar los cauces de difusión que a menudo merecen. El último caso clamoroso ha sido el de El concierto de Santa Cecilia, el homenaje al legendario concierto impulsado por Manuel de Falla en su ciudad hace cien años, y que fue presentado en el teatro gaditano que lleva el nombre del compositor el 18 de junio del año pasado.

 

Como consuelo, los aficionados tienen ya a su disposición un libro, recién editado por la Diputación de Cádiz bajo el cuidado de Javier Osuna, Manuel Sánchez García y Ramón Soler, en el que se da cuenta de todos los pormenores tanto de la histórica cita como del homenaje en cuestión, incluyendo el rescate de cantes ancestrales con una impecable fiabilidad.

 

Como recuerda en el prólogo el sabio Luis Suárez Ávila, recientemente desaparecido, los hechos ocurrieron solo cuatro días después del célebre Concurso de Cante Jondo de Granada, organizado por Falla. El compositor se puso en contacto con un buen amigo suyo, Álvaro Picardo, bodeguero y hombre instruido, para que le buscara un par de cantaores no profesionales en Cádiz y alrededores, ya que pensaba que solo entre los amateurs podían conservarse las esencias.

 

En un primer momento, Picardo declina la invitación, aduciendo que su tía Micaela Aramburu, la gran benefactora de Cádiz junto a su marido, Moreno de Mora, está muy enferma; y de hecho, fallecería el agosto siguiente. Y, por otro lado, le explica por carta que los cantaores aficionados que conoce no son dignos de figurar en el concurso, aunque sí conoce a dos profesionales muy interesantes, ambos hijos del pionero Enrique El Mellizo: Antonio Jiménez y Enrique Jiménez Hermosilla.

 

Para Suárez, el gran error de Granada había sido “tratar de enseñar a cantar, unas semanas antes del Concurso, mediante placas de gramófono, a los aficionados granadinos”, lo cual explica que los ganadores fueran un niño Manolo Caracol y un casi anciano Tenazas de Morón. “Picardo, como es lógico, no tuvo que enseñar a cantar a nadie. Se limitó a buscar entre quienes eran portadores de la tradición”. 

 

Javier Osuna, director del homenaje, apunta que “detrás de todo ello estaba Don Antonio Chacón, que tenía una deuda grande con El Mellizo, ya que había conseguido librarse de quintas gracias a un festival al que lo había invitado. En aquel tiempo, la mili duraba ocho años, con el riesgo de que te mandaran a Cuba o a Filipinas a pegar tiros, pero existía la exención en metálico, y Chacón la logró gracias a aquel festival”.

 

 

«¿Por qué se acabó creyendo que Cádiz no cantaba jondo? Javier Osuna, director del homenaje, cree que es una idea difundida posteriormente por el grupúsculo encabezado por Antonio Mairena y el poeta cordobés Ricardo Molina, que en su libro ‘Mundo y formas del cante flamenco’ ya proponen esta división: Sevilla y Jerez son profundos, Cádiz es ligero»

 

 

Portada del libro ‘El concierto de Santa Cecilia. Cádiz 1922-2022’ (Diputación de Cádiz).

 

 

Lo más interesante de la investigación previa a este montaje ha sido descubrir qué se cantaba en la trimilenaria villa hace cien años. El azar y el tesón coleccionista de Carlos Martín Ballester, que dio en una subasta con unas hojas mecanografiadas con el repertorio de los hijos de El Mellizo, pudieron dar la respuesta. Además, el equipo del homenaje contó con la sabiduría del estudioso malagueño Ramón Soler, y las conclusiones han sido asombrosas: Cádiz y los Puertos, a menudo reducidos a territorio de cantes festeros –bulerías, alegrías, tanguillos…–, tenían el mayor espectro de seguiriyas –el cante grave por excelencia– de la Baja Andalucía.

 

Pero no acaban ahí las sorpresas: en el repertorio del festival de 1922 los palos interpretados son, además de cuatro estilos de seguiriyas (los de El Mellizo, Andrés El Loro, Curro Dulce y Tomás El Nitri), las soleares de Cádiz y del portuense Paquirri el Guanté, la serrana por el estilo de El Nitri, el polo, la caña de El Fillo, el martinete de El Mellizo, las saetas viejas, el romance de Bernardo El Carpio y el del Moro Alcaide, la nana moruna y la giliana. Ni rastro de los cantes considerados ligeros que para muchos constituyen el corpus más característico del cante gaditano.    

 

¿Por qué se acabó creyendo que Cádiz no cantaba –por usar la distinción cara a Falla– jondo? Osuna cree que es una idea “difundida posteriormente por el grupúsculo encabezado por Antonio Mairena y el poeta cordobés Ricardo Molina, que en su libro Mundo y formas del cante flamenco ya proponen esta división: Sevilla y Jerez son profundos, Cádiz es ligero. Luego Fernando Quiñones intentó poner las cosas en su sitio en De Cádiz y sus cantes, pero el cliché ya había cristalizado”

 

Para poner las cosas en su sitio se concibió también este bis cien años después, con dos valiosos cantaores de la provincia, el gaditano David Palomar y el jerezano Jesús Méndez, reproduciendo fielmente los cantes citados, guiados por la sabiduría de Ramón Soler. A ellos se sumó la guitarra virtuosa de Rafael Rodríguez, así como el músico Javier Galiana, en el papel de Falla, o el bailaor El Junco.

 

Los promotores de este espectáculo creen que, eclipsados por Granada, se han olvidado otros muchos datos reveladores, como el hecho de que en 1903, 19 años antes de Granada, se hubiera celebrado en Cádiz otro concurso de cante y baile, o la trascendencia, ya en los años 50, del Concurso Nacional de Flamenco, y en los 60 del de la Cueva del Pájaro Azul, por la que desfilarían un Camarón niño y un Santiago Donday adolescente, La Perla de Cádiz, los Sordera y otros muchos nombres mayores de este arte. “Regresando a 1922, no se puede pasar por alto el lugar donde se celebra el festival, la Real Academia de Santa Cecilia. Mientras que Granada celebra el concurso en el patio de los Aljibes, según el cliché, en Cádiz el flamenco abre las puertas del templo de la música clásica”, subraya Osuna.

 

El libro que ve ahora la luz desgrana antecedentes, personajes, letras y cantes, entre otros materiales gráficos y escritos, e incluye el regalo adicional de un código QR en el que puede verse y oírse la grabación del concierto de homenaje. Ojalá sirva para reactivar el proyecto y permitir que los aficionados andaluces puedan disfrutar de él en vivo, como está mandado.

 

Imagen superior: cartel del espectáculo ‘El concierto de Santa Cecilia. Cádiz 1922-2022’ con las caricaturas de Radi y Bagaria coloreadas. 

 

El flamencólogo Javier Osuna.

 

 

   


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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