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El abuelo y el mairenismo (8)

Sobre la bondad de Antonio Mairena y las líneas cantaoras de sus hermanos. Sobre su pueblo y las espinitas clavadas en el alma.


– Abuelo, ¿cómo era Antonio Mairena en el trato cercano?

– Muy buena persona, amigo de sus amigos y leal con sus seres queridos. Desconfiaba a veces de las personas a las que conocía en alguna parte y le confesaban su admiración. Era un hombre algo resentido por varios motivos, tanto en lo personal como en lo artístico. Pero buena persona en general. Muy detallista.

– ¿Tuvo una vida dura?

– No fácil en la niñez, sobre todo cuando perdió a su madre, Aurora García Heredia, a la que adoraba. Era una mujer guapísima, descendiente del mítico Tío Porras, un gitano que apareció por Mairena del Alcor a finales del XVIII y que vivió en una cueva en las faldas de El Ebrón. No se sabe que cantara, aunque cantaría. Antonio solía decir que fue el primer gitano que se recuerda en Mairena, algo difícil de creer porque al olor de su famosa Feria, la más antigua de Andalucía, llegaron muchos gitanos y algunos se quedarían para establecerse como herreros o esquiladores, y otros como tratantes de ganado.

– Alguna vez me hablaste de que siendo un adolescente vivió en Arahal, tu pueblo y el mío. ¿Qué sabes de esto?

– Aunque su padre, Rafael Cruz Vargas, nació en El Coronil, de padres utreranos, Antonio tenía familia en Arahal, de donde eran los abuelos maternos de la Niña de los Peines, El Tío Calilo y Gracia Vargas. Su madre también era de ese pueblo. Cuando murió la madre de Antonio y su padre se volvió a casar, pero con una mujer no gitana –la madre de Manuel Mairena–, Antonio se fue a vivir con su tío Javier Cruz, que tenía una tabernita en la Plaza de Abastos, cercana al Cristo. Este Tío Javier tenía fama en Arahal de ser un gitano afanoso y con mucha gracia. Quizá por eso gustaba tanto Mairena en nuestro pueblo, porque Antonio vivió allí un tiempo y de vez en cuando se dejaba ver y echaba sus ratitos con Rojas y otros grandes aficionados. Arahal tuvo siempre su gitanería, los Cruz y los Carrillo, de ahí su afición al cante gitano.

– ¿Antonio trabajó mucho en la fragua de su padre? He escuchado decir que no, que muy poco.

– Una noche en la que su hermano Manolo cantó en el Salón Tomisa de Mairena, recién muerto Antonio, dijo que su hermano fue un niño enfermito y que no llegó a trabajar en la fragua familiar por razones obvias. Pero Antonio explotó bien su contacto con la fragua, llegando a grabar un disco, La fragua de los Mairena (1970), que a mí es de los que más me gustan. Ahí cantan muy bien tanto Antonio como su hermano Curro. Creo que casi nadie ha cantado los cantes de fragua como Antonio, trabajara o no en el negocio familiar. Conocía esos cantes como nadie.

 

«Fue un seguiriyero de escándalo, quizá con más enjundia que su hermano. Nadie hizo el cante de Francisco la Perla como Curro Mairena. Era un loco de Manuel Torres, esa era su línea cantaora»

 

– ¿Por qué abandonó Mairena, que problemas le obligaron?

– Son temas muy personales que pertenecen a su intimidad, Manolillo. No obstante, él apunta los motivos en sus memorias, sus confesiones al profesor moronero Alberto García Ulecia. Mairena del Alcor no ha sido nunca un pueblo fácil y Antonio llegó a sentirse incómodo, de ahí que se fuera a Sevilla a buscarse la vida y a Carmona, que llegó a ser como su segundo pueblo. Hasta que compró la casa de Sevilla, de Nervión, donde vivió hasta su muerte, en 1983. Que por cierto, esa casa fue derribada para hacer apartamentos. Para no aburrirte, Antonio no encajó casi nunca en su pueblo. En una grabación doméstica que obra en mi poder, asegura que siempre tuvo muchos contrarios, hasta de su propia familia. Contrarios a su cante y a manera de ser. Tenía muy buenos amigos, claro está, que siempre lo defendían y hasta lo protegieron. Pero el maestro se fue con sus espinitas clavadas en el alma. Claro, cuando le dieron la Llave y se hizo figura, la cosa cambió algo. Antonio llevaba lo mejor a su festival y le dio un sitio a Mairena del Alcor en el cante, que nunca tuvo. Eso le ayudó a ser más reconocido que en sus principios, que hasta llegaron a abuchearlo en un teatro.

– Abuelo, al final nos vamos a hacer de la cofradía mairenista, ¿no? Por cierto, sus hermanos eran también buenos cantaores, ¿es así?

– Curro era incluso más puro que Antonio, quizá porque no tuvo que hacer concesiones ningunas porque no vivió solo del cante. Pero fue un seguiriyero de escándalo, quizá con más enjundia que su hermano. Nadie hizo el cante de Francisco la Perla como Curro Mairena. Era un loco de Manuel Torres, esa era su línea cantaora. Otro hermano de Antonio, Juan, cantó también muy bien y en la misma línea, pero ese no se dedicó al cante. Y Manolo fue uno de los grandes de su tiempo, como sabrás. La voz más hermosa de la Casa de los Mairena y el mejor saetero del último medio siglo.

– ¿A Manolo le perjudicó o le favoreció ser hermano de Antonio Mairena?

– Las dos cosas, Manolillo. Le favoreció al principio, al salir, porque tuvo unas oportunidades que otros no tuvieron. Pero cuando ya se hizo figura, a veces le perjudicó ser hermano de uno de los dioses del cante, por las comparaciones y otros motivos. No se llevaron muy bien que digamos y tuvieron grandes enfrentamientos. Pero en el fondo se querían, claro. Eran hermanos, aunque solo de padre.

– Creo recordar que Manolo se proclamó una noche su heredero, llegando a insinuar que la Llave le pertenecía a él.

– Sí, estuve esa noche en el Salón Tomisa de su pueblo, creo que en 1984. Y dijo que por herencia, le pertenecía la Llave. Manolo tenía esos golpes. Al final el galardón acabó donde tenía que acabar, en la vitrina de Fosforito. Mairena lo hubiera aprobado, sin ninguna duda, porque el pontanés era uno de sus mejores amigos y Antonio lo valoró siempre mucho.

 

 

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Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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