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El abuelo y la saeta flamenca

Como otros muchos palos de la baraja flamenca, la saeta se aflamencó cuando una voz flamenca la cantó y le aportó los ayes jondos necesarios para dejar las virutas del folclore andaluz.


– Abuelo, ¿la saeta es un palo del flamenco o no?

– Presumiendo siempre de flamencólogo y me haces esta pregunta. Como otros muchos palos de la baraja flamenca, la saeta se aflamencó cuando una voz flamenca la cantó y le aportó los ayes jondos necesarios para dejar las virutas del folclore andaluz.

 

– ¿Una voz flamenca o gitana?

– Flamenca, Manolillo, que estás muy gitanista últimamente.

 

– Por cierto, abuelo, ¿hay constancia de que el Planeta, el Fillo, el Nitri o Curro Dulce cantaran saetas en la calle, en un balcón?

– Luis Suárez, el gran investigador del Puerto de Santa María, que en paz descanse, contaba que Tomás el Nitri, que fue portuense (1838), cantó una noche una saeta en un balcón y que cuando se fue la gente había en el suelo pedazos de camisas. Su abuelo, que, al parecer, estuvo presente, le contó que los gitanos se rompieron la camisa emocionados con el magnetismo del cantaor gitano, que si fue un seguiriyero destacado, cantaría una saeta flamenca, de jondura. No imagino al Nitri cantando la saeta folclórica, llana, que se hacía en los pueblos, como Marchena o Arcos, Cabra o Arahal. Por eso te digo que la saeta flamenca nace cuando la cantan los flamencos, gitanos o no.

 

– ¿Silverio era saetero?

– Lo era, por supuesto, como las cantaba Juan Breva a finales del segundo tercio del XIX, O sea, que no fue una cosa de Manuel Centeno y Manuel Torres. El aflamencamiento de la saeta se produjo antes, en el XIX. Chano Ortega, uno de los hijos de Enrique Ortega Díaz El Gordo, era un gran saetero, y era gitano. Seguramente discípulo de Enrique el Mellizo, que tuvo que ser también un buen saetero. Don Antonio Chacón confesó que una noche le cantó doce saetas a la Macarena, en Sevilla. Cómo no iba a cantar por saetas un jerezano de San Miguel, del mismo barrio jerezano de cantaores como Joaquín Lacherna o su sobrino Manuel Torres. Si quieres que afine, la saeta andaluza se agitanó con intérpretes calés de Jerez y Sevilla, como Torres, La Serrana, Isabelita, el Gloria, su hermana Luisa la Pompi, María la Moreno, la Niña de los Peines, Tomás Pavón o el trianero Manuel Cagancho.

 

– ¿Y podemos hablar, abuelo, de saetas gaditanas, sevillanas, jerezanas o malagueñas, como hablamos de soleares de Alcalá, Triana, gaditanas o jerezanas?

– Totalmente. Y si quieres mi opinión sincera, es Jerez donde se canta la saeta más flamenca. Sevilla está algo distraída últimamente. En otros tiempos era el centro saetero por excelencia, por la cantidad de grandes saeteros que hubo en los años veinte y treinta del pasado siglo. Hay más calidad en la provincia. Mairena, Osuna, Arahal o Marchena, por ejemplo, son pueblos sevillanos muy saeteros. En Mairena del Alcor se canta por saetas como en ningún otro pueblo. Te podría dar nombres: Juanmi Trozo, su sobrino Paco Morillo, José de la Mena y sus hijos, Antonio Ortega y su hijo, los hermanos Cástulo… Antonio Mairena, Hornerito y Manolo Mairena han dejado una solera extraordinaria.

 

– En saetas, abuelo, ¿Antonio o Manuel Mairena?

– Sin ninguna duda, Manolo. Es verdad que sin el primero, el segundo no hubiera roto como rompió. Manolo fue el mejor de todos, llevó la saeta a la cumbre de la jondura, y mira que fueron flamencos Torres o Caracol. Escuché una noche, casi amaneciendo, cantarle Manolo una saeta al Cristo de los Gitanos y no se me borra de la cabeza. Nunca escuché nada igual.

 

 

«Es Jerez donde se canta la saeta más flamenca. Sevilla está algo distraída. En otros tiempos era el centro saetero por excelencia. Hay más calidad en la provincia. Mairena, Osuna, Arahal o Marchena, por ejemplo, son pueblos sevillanos muy saeteros. En Mairena del Alcor se canta por saetas como en ningún otro pueblo»

 

 

– ¿Y Manuel Centeno?

– Un fenómeno. Cuando la saeta nadaba aún entre el flamenco y el folclore, llegó Centeno, que fue torero –sobrino de otro gran torero, José Centeno–, y acabó con el cuadro. No se entendía la Semana Santa sin este cantaor de tan hermosa y poderosa voz.

 

– ¿Grandes saeteras sevillanas?

– Pastora, La Finito de Triana –que no era del arrabal–, la Niña de la Alfalfa, Mercedes Cubero y pocas más. Dicen que La Josefa crujía.

 

– ¿La de Triana, la madre de Faíco?

– Ni era de Triana, ni era la madre de Faíco. Era tía del gran bailaor. Una seguiriyera de tronío y una saetera, al parecer, de escándalo. Tienes que estudiar más, Manolillo, que a veces quedas en evidencia…

 

– Vale, abuelo. Ya te has pegado la vacilada. Dime, ¿qué piensas de esas saetas tan largas de ahora? Te dejo que vaciles más.

– Tiene su explicación. Antes había saeteros de pellizco que en un solo tercia la liaban. Por ejemplo, Torres o el Gloria. Hoy tienen que hacer una saeta de quince minutos para agradar. Y no se dan cuenta de que cansan y aburren. Yo no les aguanto ni la salida, a veces.

 

– Una letra, abuelo.

Que se callen las trompetas,

que no redoblen los tambores,

que está sufriendo en la Cruz,

que en la Cruz está sufriendo

el más grande de los hombres.

 

– ¡Ohhhh, abuelo! ¿De quién es?

– Mía, niño.

 

– Vacila, abuelo, vacila.                                                                   

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

1 COMMENT
  • joaquín Luque tenllado (Córdoba) 23 marzo, 2024

    Qué gracejo y enciclopedismo maneja nuestro maestro Bohórquez. Leerlo es un “placer textual” que diría Roland Barthes.

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