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¿Qué pasa con el flamenco en Cádiz?

Seguiremos dándole palitos a la burra a ver si reaccionan las instituciones, sobre todo las de Cádiz, donde el flamenco sigue vivo gracias a los gaditanos que lo aman y a esos artistas que, como en otros tiempos hicieron El Planeta, su sobrino Lázaro o los Ortega, llevan la bandera jonda por el mundo entero.


Por lo que leo y escucho, ¿qué pasa con el flamenco en Cádiz? Mucho arte y compás, ángel por arrobas y buenos artistas, pero ¿qué se hace por la historia del arte de lo jondo en la tierra que es, quizás, su principal cuna? Cádiz es la ciudad más antigua de Occidente, con más de tres mil años de historia. En el siglo XV ya se imprimían villancicos que se cantaban en la Catedral de Cádiz con motivo de la Nochebuena, y los primeros cantaores que registra la historia de este arte eran de esa ciudad. En 1790 nació en ella Antonio Monge Rivero El Planeta, la primera gran figura del género, bautizado en la Parroquia de San Lorenzo, y doce años más tarde (1802), su sobrino Lázaro Quintana Monge, hijo de su hermana Dolores, uno de los primeros en cantar en los teatros de Cádiz y de la Villa y Corte. Pero muchos siglos antes, Plinio el Viejo, el escritor, militar y naturalista romano, se refería ya a “gargantas dolidas susurrando canciones y guitarras murientes”, por no hablar de Marcial y Juvenal, quienes describieron los bailes y cantos gaditanos en época romana, que no eran estilos romanos sino andaluces, gaditanos por más señas.

De San Fernando eran Antonio Ortega El Fillo y Ramón Sartorio, dos históricos del cante, y de Puerto Real, Frasco el Colorao, un cantaor clave en la exportación del cante por seguiriyas a Triana, donde murió con más de ochenta años y dejó su escuela. Si entramos en Jerez no acabaríamos, y no digamos en El Puerto de Santa María, la patria chica de Juan el Cagón, de José Perea y de Tomás el Nitri, sin olvidarnos de las Coquineras, las tres hermanas que revolucionaron el baile en la Sevilla del XIX, dos de ellas muertas en Madrid y la otra en Sevilla hace más de un siglo.

¿Cómo no se cuida más en Cádiz este inmenso legado cultural? Es admirable la labor investigadora de Javier Osuna y Antonio Barberán, o la de Faustino Núñez, a quienes Cádiz debe más apoyo y atención, pero se puede hacer mucho más y eso depende de las instituciones públicas, que son cicateras a más no poder con nuestro arte, hoy reconocido y admirado en todo el mundo. Antonio Barberán no para de llamar a puertas buscando apoyos, aunque tendría que ser al revés. Tendrían que llamar las instituciones a la puerta de la Cátedra de Cádiz y preguntar qué pueden hacer por el flamenco y por Cádiz. Por ejemplo, aportar medios económicos, porque sin estos medios es imposible abordar un trabajo tan necesario como sería la creación de un gran centro de documentación sobre el flamenco en esa provincia, que es clave, diría que vital en la formación del arte jondo. Tampoco se hace nada en Sevilla, otra de las cunas principales, ciudad en la que llevamos décadas pidiendo casi de rodillas que se ocupen de su legado flamenco, de la historia de este arte, de sus creadores. José Luis Ortiz Nuevo ha tenido que pedir ayuda en las redes sociales para poder publicar La Valiente, una biografía sobre La Cuenca, la bailaora más universal de Málaga, obra que será presentada en breve en esa ciudad. Por cierto, la ciudad en la que El Planeta pasó los últimos veinte años de su vida, desde donde viajaba por toda Andalucía llevando por bandera el cante de Cádiz. En Málaga residieron también Lázaro Quintana, Tomás el Nitri, Silverio Franconetti –casado allí en 1868–, el Fillo hijo y María la Andonda, de lo que en esta ciudad no tenían ni idea hasta hace un par de años. Ahora ya lo saben y como si nada, porque están en otros asuntos.

¿Creen ustedes que puede haber una región en el mundo más displicente que Andalucía? No creo que exista, aunque en todos los países cuecen habas, eso es innegable. Pues nada, seguiremos dándole palitos a la burra a ver si reaccionan las instituciones, sobre todo las de Cádiz, donde el flamenco sigue vivo gracias a los gaditanos que lo aman y a esos artistas que, como en otros tiempos hicieron El Planeta, su sobrino Lázaro o los Ortega, llevan la bandera jonda por el mundo entero.

 

* Artículo publicado originalmente en ExpoFlamenco en 13 de abril de 2016

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

1 COMMENT
  • Paco Benitez 3 julio, 2019

    Yo me asombro cuando leo publicaciones de flamenco por plumas, o bolígrafos, de gente inexperta que no saben dónde tienen la mano izquierda y encima cuando un gran maestro del cante o estudioso, crítico, periodista resume algo de su bien entendida y grata sabiduría con relación a ciertos temas del arte flamenco estos periquitos, que yo así les llamo, ponen falta a diestro y siniestro, e incluso te llegan a tocar la moral desmintiéndote, lo que han escrito o publicado en una pagina, blog o revista. El caso es que para ellos las matemáticas son dos y dos son cuatro, cuando la realidad del dicho son veintidós. Y aun estos periquitos de casa de vecinos te contestan hasta de mal agüero poniéndote como ejemplo cosas que yo en mi vida las he escuchado y menos leído, son a veces invenciones que ellos mismos se crean para joder al vecino que tiene la mente despejada, y sabiendo ellos de antemano que la razón de ese crítico, estudioso o periodista es bastante cierta y muy creíble, puesto que vienen reflejadas en la literatura de los grandes que supieron definir el flamenco con campanas de repiques en libros que desde los años XX los tenemos en nuestras estanterías. ¿Pues saben, señores, qué les digo a esos intelectuales periquitos? Que se den un baño en la Caleta, que el agua está muy fresquita, y así despejan la mente, que eso al mismo tiempo es relajante para la lengua… Saludos.

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