Esta noche el flamenco busca refugio en cada aliento de respeto y conocimiento que Manuel Bohórquez y Faustino Núñez le profesan a este arte. Dos personalidades diferentes con una axiomática sumisión hacia la jondura. Dos identidades que trazan una vereda en el mismo sentido. Una trayectoria que se orienta siempre hacia la máxima propulsión del flamenco tanto entre los aficionados y eruditos, como entre aquellos que son bisoños en su descubrimiento. También caminan hacia la misión de compartir conocimiento de una forma honesta e intachable. Bohórquez, escritor, periodista, locutor y crítico flamenco de Arahal, Sevilla. Faustino Núñez, musicólogo, escritor e investigador de Vigo, Galicia.

 

Una vez más, la Sala Torero –Teatro Tablao Flamenco Torero · Essential Flamenco– de Madrid, a través de su ciclo Los Martes Culturales de Torero, brinda al aficionado la oportunidad de colarse en un entendimiento prestigioso. Ese que aguarda esperanzador en cada brizna de consciencia que Manuel y Faustino le propulsan al cante y por ende, a sus cantaores. A esos que sin duda son puntales del mismo.

 

Los que han tenido la oportunidad de acudir a la charla están de acuerdo en que han vivido un legendario mano a mano que sin duda hay que repetir. Y es que la salita, con esa luz sutil, invita a acurrucarse entre las curiosas anécdotas que acechan inquietas entre las voces de los contertulios de esta noche.

 

A pesar de que cada uno tiene solo media hora para exponer una pequeña parte de su idoneidad ante los madrileños adeptos a la hondura, es Manuel Bohórquez quien acompañándose de la partida de nacimiento de Don Antonio Chacón comienza a relatar episodios de su vida que casi seguro, por muy aficionado que se sea, la mayoría de las veces se desconocen. Los referentes de Chacón, sus rivales y maestros. La importante retroalimentación que existe entre Sevilla y Madrid y este mismo cantaor. Por otro lado, y aunque parece que en la charla se ha llegado a la conclusión de que aún no se le ha dado el espacio ni el reconocimiento que merece, el papel fundamental que cumple Silverio Franconetti tanto en Sevilla como en Madrid y la transcendencia de su personalidad en el desarrollo del cante en particular y del flamenco en general.

 

 

«Ser flamenco es una forma de vivir. Y este es el punto de partida que desencadena una conversación amena y agradable entre Manuel Bohórquez y Faustino Núñez de la que derivan datos curiosos, reflexiones importantes, enseñanzas clave y moralejas por desentrañar, como en el último tercio de un fandango natural»

 

 

 

 

Por su parte, Faustino aborda una cuestión también compleja. Materias que necesitan muchas medias horas más poder familiarizarse con ellas. Él habla de la lírica flamenca y las cuartetas octosílabas. De la habilidad intrínseca del flamenco para adaptar la poesía al cante. Qué es una seguidilla, cuál es su métrica y qué cantes pueden apoyarse en este tipo de estructura para ataviarlo con un quejío que no necesite más demostración para convertirse en un cante flamenco. Las seguidillas que se convierten en los juguetillos de las alegrías, en serranas o livianas. Los romances de los que se cogen prestadas cuartetas para poder meterlo en el cante. O las décimas, que se utilizan para crear milongas, vidalitas o guajiras.

 

Después de estas breves intervenciones por separado, los asistentes tienen la suerte de poder presenciar ese sonado mano a mano que estaban esperando. Un coloquio que comienza con la habitual pregunta referida a lo que es el flamenco. Son sus respuestas las que no son tan usuales, pero a la vez bastante útiles. Así, manifiestan que el flamenco es la reinterpretación artística del folclore. También, una segunda vida. Lo que merece realmente la pena. Aquello que se aleja bastante de la vida ordinaria. Ser flamenco es una forma de vivir. Y este es el punto de partida que desencadena una conversación amena y agradable de las que derivan datos curiosos, reflexiones importantes, enseñanzas clave y moralejas por desentrañar, como en el último tercio de un fandango natural.

 

Hoy ha habido una conciencia general de cosas importantes. Y es que al mirar para atrás en mitad de la conferencia, había mucha más gente interesada en este discurso de la que en un principio se esperaba. ¿Será que comienza a relucir el esfuerzo de aquellos que pretenden revelarlo con vehemencia, para encontrarlo poderoso en cualquier rincón del mundo?

 

También que el flamenco, como Andalucía, está revestido de un mestizaje del que jamás podría desprenderse.

 

Pero sobre todo, que hay que ser conscientes de que un requisito para ser un gran aficionado es aprender a vivir con una incertidumbre innegociable. Nunca se sabe a ciencia cierta si se está en posesión absoluta de la realidad en cuanto a cualquier referencia, circunstancia o apunte. Habría que deshacer una historia manipulada a lo largo de mucho tiempo y parece que la solución, según Faustino, pasa por que los payos construyan una máquina del tiempo que conceda la oportunidad de vivir de cerca todo aquello que anhelan.

 

¿Sentiría alguien tanta veneración como para plantearse construirla?