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El conocimiento la pasión no quita

Puedes estudiar oboe d’amore, txistu o chelo legüero, pero en Madrid no puedes matricularte en el superior de guitarra flamenca. Se ve que se han creído el embuste de que el flamenco se lleva en la sangre y no se puede aprender en un centro reglado de enseñanza musical.


Este verso de los caracoles me da el pie para comentar un tema que siempre está de actualidad en el flamenco, que ha hecho correr la tinta y suele contar con una legión de opinadores de todo pelaje: “el flamenco no se aprende, se lleva en la masa de la sangre”, no se puede estudiar, se nace con él. Aro, aro, igual que también hay quien nace hablando ruso. En una ocasión un famoso flamenco del pop patrio me espetó: “Faustino, yo no necesito estudiar, yo soy hijo de…”, el pobre. El flamenco se vive, claro, y te comes una berza en Triana y sales cantando por soleá, cargas un paso de los jondos y ya tocas por seguiriya, te peinas con peines de azúcar y bailas el taranto.

Es verdad que el flamenco es una música que parece haber sido lograda para que no la entienda alguien que ha estudiado en un conservatorio. Todo en su estética musical tiene un carácter antiacadémico, de ahí seguramente que, cuando aparecen los fantasmas de la enseñanza, los libros, la teoría, el pentagrama, el aprendizaje fuera del ámbito de la fiesta, el corral de vecinos o el ensayo de tablao, salga siempre alguien ninguneando la labor del aprendizaje por la vía natural que se hace en música, el contacto directo entre profesor y alumno. De toda la vida de Dios ha sido así y por ahora parece que lo seguirá siendo, hasta que los payos inventen el profesor cibernético, personalmente me pido que hagan el holograma de Tomás.

He escuchado a muchos flamencos presumir de autodidactas y de haber nacido con el talento de aprender del aire que respiras en casa, la extrema idealización del flamenco en el ámbito doméstico. Eso favorece sin duda, pero suele ser presentado como imprescindible para ser un flamenco fetén. Aprendí de mi padre o de mi madre, de un tío o un primo, pero nunca reconocen haber tomado clases. Como los que presumen de no haber estudiado, estudié en la universidad de la calle, claro, los que han ido a un centro superior no pisan la calle, se transportan levitando de su casa a la universidad y vuelta, flotando.

 

«El flamenco se vive, claro, y te comes una berza en Triana y sales cantando por soleá, cargas un paso de los jondos y ya tocas por seguiriya, te peinas con peines de azúcar y bailas el taranto»

 

Cuando Suárez Japón publicó la biografía del gran Manuel Morao la devoré de una sentada. Me alegró la sinceridad del guitarrista cuando cuenta que su padre pagaba un duro por clase a Javier Molina. ¡El maestro Morao reconociendo haber tomado clase de un gachó y yendo a su casa! reconozco que me sorprendió gratamente. El discípulo flamenco no es tan diferente del académico en la época clásica. También Beethoven iba a casa de Haydn a recibir clases y ello no restó una gota a su inmenso talento, todo lo contrario.

Hoy el Flamenco está en los conservatorios, pero aún se sigue escuchando al coro de cenizos que exclaman orgullosos que eso no se aprende en un aula. Ser enemigos crónicos de la enseñanza reglada perjudica sobre todo al alumno que quiere aprender, mientras el dichoso corito le susurra al oído cual diablito: noooo, ahí noooo, mejor en… donde sea menos ahí. Y claro, se corre la voz y la mala fama se va acumulando hasta el punto de que hay quien presume de reconocer a un flamenco salido de la Cristina Heeren. Estamos en 2021, quien quiera volver a 1920 que se compre una máquina del tiempo o que espere a que los payos la inventen.

¿A nadie sonroja que la primera cátedra de guitarra flamenca en el mundo la creara Paco Peña en Rotterdam? ¡Es una vergüenza que el Conservatorio Superior de Madrid no tenga cátedra de guitarra flamenca!, eso sí que cabrea. Y llegamos al meollo del asunto.

Que los conservatorios estén infectados de antiflamencos no significa que los políticos no sean conscientes de cómo es posible que la música más importante de las Españas no esté en todos los conservatorios. O sea, puedes estudiar oboe d’amore, txistu o chelo legüero, pero en Madrid no puedes matricularte en el superior de guitarra flamenca. Se ve que se han creído el embuste de que el flamenco se lleva en la sangre y no se puede aprender en un centro reglado de enseñanza musical.

 

«Un famoso flamenco del pop patrio me espetó: “Faustino, yo no necesito estudiar, yo soy hijo de…”, el pobre. El flamenco se vive, claro, y te comes una berza en Triana y sales cantando por soleá, te peinas con peines de azúcar y bailas el taranto»

 

Para colmo de males, el plan de estudios de Guitarra flamenca se ha hecho a imagen y semejanza de la guitarra clásica, y resulta que salen alumnos licenciados en flamenco que tocan La Barrosa pero no saben acompañar por alegrías. Cádiz, tenemos un problema. La guitarra flamenca es un instrumento principalmente de acompañamiento y formando concertistas no vamos a ningún lado.

El baile, en su origen está muy emparentado con lo académico, así que en ese sentido está mucho más reglado y la formación es más eficaz. 

Y ¿cómo se enseña el cante? He asistido a clases de cante y cada maestrillo tiene su librillo, la didáctica en ese campo está avanzando pero aún es muy joven. El cante se ha aprendido escuchando, eso está bien eso está mal, y así han avanzado los cantaores, limando ellos mismos su propio estilo, su técnica vocal, han sido los grandes solitarios de esta historia, pero ahora que se puede estudiar en un centro no vayamos a jorobarlo. Recuerdo una charla del maestro Fosforito en el Superior de Córdoba que cerró diciendo: el flamenco se debe estudiar aquí. Qué más hubiera querido yo que tener la oportunidad de aprender de niño todo lo que aprendí pasando muchas fatigas. 

Durante once años fui profesor en Córdoba y por mi aula han pasado unos cuantos cientos de jóvenes flamencos. He tenido alumnos muy buenos, buenos, mejorables y pierdetiempos. Creo que, como se canta en los caracoles, el conocimiento no resta un ápice al sentimiento sino todo lo contrario, ayuda mucho a afinarlo y proyectar el arte de cada uno con más verdad, haciéndolo más auténtico, que de eso se trata.

Imagen superior: clase de flamenco en la Fundación Cristina Heeren. Foto: perezventana

 


Musicólogo de Vigo (Galicia). Investigador y profesor. Amante de la música. Enamorado del flamenco. Y apasionado de La Viña gaditana.

1 COMMENT
  • Roberto 19 marzo, 2021

    Con toda la razón del mundo, abrazo flamenco, que paseis un buen día.

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